- Está buena ¿Verdad?
Un niño con voz de hombre, completamente vestido de blanco me mira de forma extraña.
- Es inaccesible. – Contesto con desgana.
Ambos miramos a Lola. Apenas lleva dos días en la oficina y ya es la chica más popular.
- ¿Y tú quién eres? – Pregunto.
- Soy tu salvador.
Lleva un arco de juguete en el hombro y un carcaj con flechas colgado de la cintura. Parece que el Carnaval se ha adelantado este año.
Le ofrezco un cigarro y declina la oferta.
- Aparte de fumar ¿Qué más te gusta? – Pregunta.
- Correr, ir al teatro, la montaña y la comida oriental. – Contesto sin saber bien qué hago hablando con un tipo tan extraño en la puerta de un edificio de oficinas.
- Y Lola. – Añade.
- Sobre todo Lola.
Unos metros más allá, ella fuma otro cigarro y ríe en voz alta junto a las chicas del departamento de finanzas.
El niño pone una flecha en el arco y apunta hacia ellas. El proyectil desaparece en mitad de su trayectoria y dos segundos más tarde Lola me come con la mirada.
- Deseo concedido. - Me dice.La vemos acercarse.
- Hola.
- Hola
- ¿Te apetece hacer algo este fin de semana?
- ¿Quieres venir a correr? – Pregunto.
- ¡Uy! Qué pereza.
- Podemos ir al teatro.
- Me aburre.
- ¿Quizá un paseo por la montaña?
- Me dan miedo los bichos.
- Bueno, pues te invito a cenar a un japonés muy bueno que conozco.
- ¡No! Me da asco el pescado crudo.
A mi lado, el pequeño lanzador de flechas sonríe complacido y se encoge de hombros. Yo pido auxilio con la mirada pero él se eleva unos metros del suelo después de desplegar dos alas diminutas.
- Lo siento, amigo, pero no admito devoluciones.
Ja, ja, ja.
Desternillante historia.
Saludos Insurgentes