«Hace años, los suficientes para que nadie de nuestra generación logre acordarse, la montaña que veis allí a lo lejos era un volcán. Mejor dicho, era el volcán más activo y violento de cuantos existían en el mundo. Nuestros antepasados llegaron a pensar que, de alguna manera, habían herido el orgullo de los dioses y que estos, en represalia, desataban su cólera sin cesar en forma de piedras incandescentes y lenguas de fuego»
»El alcalde decidió reunir a todo el pueblo. Aquel día se acordó por unanimidad que alguien debía ascender hasta la cima, postrarse a los pies de las deidades e implorar su perdón. Quienquiera que fuese el elegido, debía apresurarse antes de que las cenizas engulleran lo poco que quedaba de nuestro hogar.
»Jóvenes y adultos comenzaron a entrenar sin descanso. Se levantaban con los primeros suspiros del alba y se retiraban solo cuando la negrura de la noche impedía ver sus propios pasos. Todos fracasaron en su intento. Excepto uno. Vuestro abuelo era el hombre más testarudo que conocí jamás. En su mirada acerada podía leerse una voluntad de hierro. Así fue sin duda como lo logró.
»Alcanzó la cima del volcán, asomó la cabeza por el cráter... Y allí no había nada. Lo había sacrificado todo: esposa, hijos y amigos. Todo en pos de su pueblo. Y precisamente por eso, sus esfuerzos fueron en vano. ¿Alguna vez un dios recompensa a quien ha abandonado a sus seres queridos? ¿Desde cuándo la obstinación ha sido digna de alabanza?
Esa fue la lección que se le quedaría grabada para siempre en letras candentes: asegúrate de apreciar lo que aún tienes a tu lado, y no te entregues a sueños vacíos.
Bonita historia... Enhorabuena.
Saludos Insurgentes.