Estaba en mi escritorio, centrada en la pantalla del ordenador que mostraba aquel word en blanco. Tenía que escribir, quería hacerlo, pero las palabras no brotaban. Hacía días que me sentía atascada. Tenía ideas pero no sabía como transmitirlas, no sabía como contar la historia que llevaba tanto tiempo quitándome el sueño.
Miré por la ventana desesperada esperando que las respuestas llegaran de las estrellas que iluminaban aquella oscura noche cuando, de repente, de aquel bosque que se encontraba a unos cuantos kilómetros de mi casa surgió una intensa luz morada.
Me levanté de la silla y me acerqué un poco más a la ventana, perpleja, intentando averiguar que era aquello que brillaba con tanto fulgor. No lo descubrí, pero no estaba dispuesta a irme a dormir sin saberlo.
Me puse un abrigo y me lancé a la calle.
Cuando llevaba apenas un kilómetro empecé a arrepentirme de salir con las zapatillas de andar por casa, pero ya era tarde y estaba decidida a descubrir que magia se escondía en aquel bosque. Porque sí, yo era de las que creía en la magia.
El corazón me golpeaba fuerte en el pecho fruto de la emoción que me provocaba aquella nueva aventura.
Me adentré en el frondoso bosque con aquella intensa luz morada ambientándolo de una forma muy especial.
Llegué al corazón del bosque en apenas veinte minutos.
Lo que encontré en aquel lugar me dejó atónita. Jamás mis ojos habían visto una belleza similar.
Unas pequeñas hadas danzaban con gracia alrededor de un gran árbol.
Su tronco se extendía hacia el cielo sin apreciarse dónde se hallaba el final. De toda su longitud nacían numerosas y enormes ramas llenas de flores, en algunas de estas ramas descansaban varias hadas de coloridas alas.
Me acerqué hipnotizada por tanto color, tanta belleza, tanta naturaleza. Extendí mi mano para tocar el centro de aquel enorme árbol cuando, de repente, algo o alguien salió de él y chocó abruptamente contra mi cuerpo lanzándome sobre un amplio arbusto de flores rojas.
-Perdón, no esperaba a nadie al otro lado.- Se disculpó ese ser mientras se levantaba y se sacudía.
Alcé la mirada quedándome sin aire. No sabía si debía salir corriendo o si era mejor presentarme, en cualquier caso, hubiera sido incapaz de moverme o de pronunciar ni una sola palabra producto de la impresión de tener a ese ser, que no sabría definir, ante mis ojos.
De su cabeza salían dos grandes cuernos puntiagudos que, sin duda, debían ser peligrosos pero la expresión amable de su rostro, completamente humano, aliviaba esa sensación de peligro. Su piel era grisácea y sus ojos de un dorado muy intenso, tanto que no podía dejar de mirarlos, como si estuviera hechizada por ellos.
Su cuerpo era aparentemente humano y caminaba erguido solo dos pequeños detalles captaron toda mi atención. Las alas doradas que brillaban y aleteaban a su espalda y la cola fina y grisácea que se movía de un lado a otro con suavidad y sutileza.
-¿Estás bien?- preguntó tratando de devolverme a mi ser, pero estaba muy lejos, perdida en mis pensamientos sobre lo que estaba viendo.
<<¿Qué era ese ser?¿Había salido de un árbol?¿Qué había al otro lado?>>.
Se empezó a acercar analizando mis rasgos con fascinación, pero no más de la que yo sentía por sus peculiares características.
-Nunca había visto a una humana de cerca- comentó alargando el brazo para tocarme. Me revolví intranquila en aquel arbusto tratando de rehuir su contacto.- No voy a hacerte daño, soy Znirtow. ¿Cómo te llamas tú?- No respondí, me quedé inmovil y callada aunque la tensión de mis hombros iba desapareciendo poco a poco- ¿Sabes hablar?
Asentí cautelosamente, aún asustada y atónita.
-Soy Samantha- contesté en un susurro.
Znirtow sonrió y halagó mi nombre, yo no pude hacer lo mismo, no porque no me gustara sino porque no podía decir más de tres palabras seguidas.
-Supongo que esto no es habitual para los humanos- dijo sentándose a mi lado en el arbusto.
Su cola, que nunca dejaba de moverse, de vez en cuando golpeaba suavemente mi espalda provocándome un escalofrío. Sus alas se habían plegado una junto a la otra dejando de moverse.
-¿Qué hacías aquí?- Siguió preguntando con naturalidad.
-Buscar la luz.- Contesté respirando hondo tratando de controlar mis elevadas pulsaciones.
-¿Es bonita verdad? Se enciende siempre que uno de nosotros, los Lympac, así es como se llama mi raza,- explicó- venimos a tu planeta.
-¿Cómo lo has hecho?- Pregunté.
-Por el árbol, claro.- Contestó como si fuera natural.- Sólo hay tres árboles en este planeta por los que podemos entrar y tú has encontrado uno de ellos.
-¿Yo también puedo?- seguí preguntando casi en un susurro. Pero a Znirtow no parecía importarle mi timidez, o quizá entendía mi temor. Éramos tan diferentes…
-¿Si puedes pasar por el portal?- Asentí como respuesta a su pregunta y continuó:- Por supuesto, todo el que encuentre uno de los tres árboles puede viajar a otras dimensiones u otros planetas. Te sorprendería la cantidad de mundos que puedes visitar- aseguró.
<<No creo que nada pueda sorprenderme más que esto>> pensé.
-Ven conmigo y comprobaremos si puedo sorprenderte aún más- contestó a mi pensamiento.
<<¿Como sabía qué estaba pensando?>> me pregunté mentalmente.
-Los Lympac tenemos la capacidad de leer la mente- dijo en forma de respuesta a la pregunta jamás formulada en voz alta-. Ves como sí podía sorprenderte más- puntualizó riendo.
El miedo se estaba disipando aunque seguía estando muy sorprendida por todo lo que estaba pasando.
-Si vienes conmigo un ratito verás a gente con muchas más habilidades que yo, seres realmente mágicos y lugares impresionantes. Mucho más bonitos que este bosque. ¿Te animas?- me preguntó levantándose del arbusto y extendiendo su brazo hacia mí.
No sabía que contestar. Tenía que volver a casa, pero también quería conocer esos mundos. ¿Estaría preparada para tal aventura?
Está Samantha preparada para la aventura?
Un saludo.
Saludos
Saludos Insurgentes
Saludos.