«La peor noticia»

—¿Cómo se lo vamos a decir?
—A estas alturas ya lo sabe, mujer.
—Temo su reacción.
—Sí, es imprevisible.
—Lleva esperando este concierto desde que se supo que Dirty Clothes venía de gira por Europa.
—¿Y qué me dices del verano que ha sacrificado para ahorrar dinero y costearse el viaje y el alojamiento?
—Aún recuerdo el día de su cumpleaños, cuando le regalamos las dos entradas.
—Sí, ¡cómo lloraba! Os quiero, decía.
—No recordaba habérselo oído desde que tenía diez años.
—¿Te puedes imaginar cuánto nos odia ahora?
—Así de jodido es ser padre; por algún lado tiene que soltar esa rabia.
—Espero que las extrañas circunstancias de la muerte que dice el periódico no sea un asunto de sobredosis.
—Philip Connor se metía de todo, cariño.
—¿Y si empieza a idealizar más todavía a ese yonkie?
—¿Y que le imite? Nuestro hijo no es de ese palo.
—No lo es hasta que lo es. ¿Qué podemos hacer?
—Nada. Esto tiene que pasarlo.
—No va a saber hacerlo solo. Acuérdate de cuando murió tu padre.
—Vaya si me acuerdo; que largo se hizo, todo un mes callado y cuando abrió la boca fue para decir dejad de taladrarme.
—Joder si es que se iba mañana mismo a Dublín.
—Y la maleta lleva hecha una semana en el salón.
—No tiene por qué dejar de ir. Además sería el primer viaje con la novia. Eso no debe cambiar. Dos días lejos de casa para sobrellevar el proceso. Parece muy recomendable.
—Es muy buena idea. En cuanto llegue se lo proponemos.
—No lee mis mensajes en el móvil. ¿Qué estará haciendo?

De madrugada reciben la llamada de la policía que les comunica que su hijo ha sido abatido en el aeropuerto después de haber secuestrado a una empleada, amenazándola de muerte, porque le negaba cambiar el billete de avión para Houston, la ciudad dónde se iba a celebrar el entierro de Philip Connor.