«La sombra»
Lo escucho a cada hora que pasa, cada vez en tramos más pequeños, por la noche veo como acecha en mi puerta, vigilándome, esperando a que llegue el momento en que me atrape. Ahora sé que no debí abrir ese libro, nunca debí entrar en aquella casa con mis amigos; ya solo quedo yo.
Todo pasó hace un año, era principios de verano y, nosotros, unos estúpidos. Nos aburríamos, no teníamos nada que hacer y habíamos escuchado muchísimas leyendas sobre la casa de la colina. Llevaba un siglo abandonada, nadie quería comprarla y decían que estaba encantada, así que, si no tienes un plan, ¿por qué no entrar en ella? Eso hicimos y no hay día que no me arrepienta.
Decidimos entrar en la casa esa misma noche. A las once y media, quedamos todos en la bifurcación del camino que llevaba a la casa, con nuestras flamantes bicicletas nuevas. Íbamos riéndonos mientras pedaleábamos, nuestros padres pensaban que estábamos durmiendo en nuestras habitaciones... Si lo hubieran sabido, no nos hubiesen dejado bajo ninguna circunstancia. Era un sinsentido, no había ningún motivo para entrar en aquella casa, más allá de nuestra propia curiosidad y un infantilismo característico cuando tienes dieciséis años.
La casa era espeluznante, estaba a medio derruir, y la madera crujía allá por donde nuestros pies pisaban. Decidimos, en un acto de cordura, no subir al segundo piso, porque las escaleras estaban podridas y posiblemente nos romperíamos el cuello. Ojalá hubiéramos decidido salir de allí de inmediato, ojalá no hubiéramos entrado en la biblioteca.
En la biblioteca no había nada, era una sala vacía sin estanterías, y en el centro una mesa. Ahí podríamos habernos ido, por el olor desagradable que había en el lugar, por la cantidad de polvo que estorbaba en nuestros pulmones, pero no, seguimos hasta la mesa, y vimos el libro. Al principio, no pasó nada, lo miramos todos a la vez y estaba vacío, excepto una página. En ella reflejaba "Hágase la lectura del tomo individualmente, para obtener la información habida en él", así que hicimos caso a las instrucciones, para saber que podríamos conocer. No sé que palabras vieron los demás, pero yo tengo grabadas en mi mente las mías "Tu tiempo de vida acaba en un año y tres meses, será en medio de la noche y conocerás que se acerca tu hora por el tic tac de un reloj." Solté el libro de inmediato y salí corriendo, casi olvidé mi bicicleta en la casa. El corazón me iba acelerado y no podía creerlo.
Por eso sé que voy a morir, porque hoy se cumplen la fecha, el tic tac cada vez suena más cerca y la sombra me acecha desde aquel día.
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Tic, tac...
Originalidad y fantasía.
Saludos Insurgentes