El teniente González caminaba taciturno sobre el puente romano, al encuentro de aquel hombre, que le daría la pista definitiva para resolver el caso. Una investigación, que le había resultado especialmente difícil, sobre unas reliquias robadas en el museo nacional de arqueología.
La noche era especialmente fría y la niebla comenzaba a cubrir el camino. La sombra de un hombre comenzó a acercarse, cuando ya estaba a apenas un metro, pudo advertir la silueta de una persona de no demasiada estatura, que parecía mantenerse en plena forma. La niebla le impedía ver su rostro con claridad, cuando se encontró frente a frente con su confidente, sintió un escalofrío que le recorrió todo su cuerpo.
Sin esperar más, sin intercambiar un solo saludo le dijo:
—Se que tienes información sobre el robo en el museo, dámela cuanto antes y sigamos nuestro camino, los dos nos estamos jugando la vida.
—No tengas tanta prisa, te daré la información, pero lógicamente quiero algo a cambio. —Dijo el confidente.
—Dime lo que quieres, estoy autorizado a concederte casi cualquier petición.
—Mi petición es bien sencilla, solo has de entregarte como el autor de la muerte de tu esposa.
—Eso es imposible, la muerte de mi mujer fue un accidente, se cayó al río, además nunca se encontró su cadáver.
—Los dos sabemos que eso no es verdad.
—¿Cómo puedes saber eso?
—Por qué yo fui tu esposa. Como ves ahora soy un hombre, mi sueño hecho realidad. Tu no podías soportar que quisiera cambiarme de sexo y por eso, aquella noche, hace cinco años, me empujaste desde este mismo puente. Por fortuna, pude agarrarme a una rama y con mucha dificultad, pude nadar hasta la orilla.
Ante la negativa del teniente a confesar su crimen, la que fue su mujer, le empujo y cayó al río.
Enhorabuena
Saludos Insurgentes