- No me creo que esté lloviendo otra vez - dijo Laura mientras observaba la calle desde la ventana.
- ¿Estás enfadada?
- No, pero indignada si. ¿Por qué lo dices?
- Nunca me llamás Miguel - sonrió el chico.
- Es que es un problema que nos supera. Y por mucho esfuerzo que se lleve a cabo nunca nadie toma una solución rápida y eficaz desde arriba.¡Nos estamos quedando sin tiempo!
- No seas negativa, nosotros aportamos nuestro pequeño granito. Cada vez más gente se une y al final hacemos una montaña.
Laura lo miró cansada. Tanto positivismo a veces la ponía de los nervios.
- Las cosas no funcionan así. El esfuerzo que hacemos cada día puede cambiar la situación, pero muy poco. No es suficiente, el cambio debe llegar desde donde está el poder. Cambiar la industria, la manera de consumir. Pero eso supone perder dinero y eso nunca interesa.
- Lo ves como una conspiración. Si te fijas bien poco a poco estamos consiguiendo cambios...
- ¡Cambios minúsculos! Que no son suficiente, necesitamos ayuda desde las instituciones. Una ayuda genuina, no firmar un Tratado y luego seguir como si nada. ¡Necesitamos cambiar sectores enteros si queremos salvar todo ésto!- dijo señalando todo su alrededor. - Y eso solo lo pueden hacer ciertas personas. No soy negativa Miguel, soy realista.
El chico la miró cansado y se alejó por el pasillo
- Bueno, ya basta. Últimamente discrepamos en todo y no quiero problemas en la relación.- dijo él preocupado
Laura lo alcanzó y le tocó la espalda. Al sentir su mano, Miguel se giró y se miraron a los ojos.
- Miguel, las estaciones cambian, nostros no.