«Los días de Invierno en Primavera»

"Unos días más de invierno no harían mal a nadie" pensaba el espíritu de la Primavera mientras se cubría con las mantas hasta la naríz. 
Afuera, el sol permanecía cubierto de densas nubes oscuras y todos, desde los animales hasta las plantas, seguían hibernando. Sin embargo, los que despertaban, quedaban estupefactos ante la oscuridad que los envolvía, y pronto, las tripas comenzaban a rugir. 
La Primavera, haciendo caso omiso de los ecos de aquellas voces que la aclamaban a sollozos, se giró en la cama y se abrazó al pecho del joven Invierno que descansaba a su lado. Sin decir nada, se quedó observando sus hermosos y afilados rasgos que reflejaban a las ramas sin hojas de los árboles, y su color blanquecino de piel que competía en pureza con la nieve. 
Rio ante el recuerdo de un pasado en común que distaba mucho del presente. 
Recordó las peleas y provocaciones que la hacían rabiar cada que se cruzaba con él en cada equinoccio y también en las reuniones del Concejo. Ellos dos eran incompatibles... hasta que ya no lo fueron.
Su sonrisa se ensanchó cuando, en su memoria, ella se agachó para recoger una bola de nieve después de una gran pelea y la lanzó hacia la cabeza de un muy enfadado Invierno. Después ella recibió una en la cara, lo que provocó una guerra que terminaría de la mejor manera posible.
Invierno, jadeando después de la batalla, caminó hasta Primavera para pedir tregua, pero ella contestó metiendo la nieve dentro de los ropajes del joven. Él se lanzó contra ella y entre los forcejeos, encontró el momento para plantarle un beso tímido en los labios.
Primavera no deseaba separarse de Invierno nunca más, pero sabía que era momento de volver.