Navegando entre la realidad y la ficción en busqueda de la inspiracion - Susana Ruiz Mostazo
Susana Ruiz Mostazo

«Navegando entre la realidad y la ficción en busqueda de la inspiracion»

997 palabras
8 minutos
85 lecturas
Reto creativo «Escribir es invitar»
😵 Imagina la aventura personal de un o una novelista que pierde la noción entre la realidad y la ficción.

Lucía, era una mujer, vital, alegre, soltera convencida, con divertidas aventuras amorosas a sus espaldas. Orgullosa, presumía de conservar su extensa melena ondulada. Era conocida por su gran sonrisa y carácter jovial, enamorada de las veladas eternas, donde narraba sus historias, deleitándose con los rostros intrigados de sus oyentes. Participaba en varios clubes de lectura de la ciudad donde compartir experiencias literarias. Había conseguido desarrollar una brillante carrera como escritora, sueño que con esfuerzo había logrado con éxito. Sin embargo, últimamente sentía que la inspiración la había abandonado. La presión que recibía por parte de su jefa, Redactora jefe del periódico para el que trabajaba, no la ayudaba tampoco.

 Se encontraba en un momento tenso y delicado en su carrera, buscando una historia que la llenase lo suficiente para hacerla volar, desconectándola de la realidad que la rodeaba para despertar su imaginación. ¿Qué le estaba ocurriendo últimamente? Hasta hacía poco, había sido capaz de sentarse frente a su portátil, observar su entorno y encontrar la imagen que la inspirase. Entraba en un profundo y delicioso trance, empezando a teclear en su portátil sin parar, transportándose a una realidad paralela en la que tan sólo se encontraban su portátil, ella y la historia que estaba creando.  Pero…últimamente, estaba perdida.

Aquella mañana, sin embargo, Lucia se había levantado con sensaciones diferentes, encaminándose con mejor ánimo hacia su “despacho”, la “Cafetería Pérgola”

Justo al traspasar la puerta del local, Lucia iniciaba su estricto ritual.

Su entrada era siempre triunfal, deseando los buenos días a todos los presentes. Después iniciaba su trabajo de prospección. Apoyada sobre el taburete situado junto a la estantería de la cafetería, fingía interesarse por algún libro, mientras, disimuladamente y de forma fugaz, empezaba a ojear al personal del local, empapándose del ambiente que se respiraba aquella mañana, sintiendo las vibraciones que iban llegándole de cada rincón de la cafetería.

Juan, el dueño del local, preparaba a su clienta más fiel y favorita su desayuno habitual. Un café con leche bien caliente, servido en taza, sin espuma, acompañado de un delicioso croissant de chocolate. Después, Lucia se acercaba hasta su rincón ideal, con unas vistas privilegiadas de todo lo que acontecía en el local.  Después, encendía su portátil, se conectaba a la red wifi y observaba, dispuesta a descubrir las historias que los clientes del local, quisieran contarle  aquella mañana. Estudiaba de forma minuciosa a cada una de las personas del local, intentando descubrir los secretos inconfesables que escondían bajo su disfraz de feliz y cumplidor ciudadano del mundo. Observaba en profundidad, la mirada de los futuros protagonistas de sus historias. Miradas que no lograban engañar a Lucia, acostumbrada a leer las verdades en sus ojos, sentimientos guardados en su interior más profundo. Miedos, pasiones, amores prohibidos, tristezas alegrías, recelos…  Después, sus diversos relatos inspirados en aquella realidad, verían la luz en el Periódico digital “Literatura callejera” para el que trabajaba desde hacía cinco años.

Aquel día, la jornada transcurría con normalidad, con un continuo ir y venir de personas, cafés humeantes, deliciosos olores a croissants recién sacados del horno y otros dulces deliciosos.  Lucía se sentía diferente, más receptiva que en los últimos meses.

De repente, en plena búsqueda del protagonista de su historia, su mirada de detuvo en la mujer sentada en la mesa situada justo en frente de ella. … Aquella mujer la dejo totalmente paralizada, bloqueándola por completo. En cuestión de segundos todo lo que la rodeaba, sillas, personas, mesas, empezaron a sobrevolar en torno Lucia.   Todo empezó a darle vueltas a gran velocidad. Aterrada, no conseguía distinguir entre la realidad y la ficción de lo que veían sus ojos, no alcanzaba a distinguir lo que realmente estaba ocurriendo. Tan pronto se encontraba sentada tranquila en la cafetería, volviendo a ser ella misma, como de repente, todo su escenario familiar se esfumaba mientras la absorbía una terrible sensación que la sumía en una terrible pesadilla.  Haciéndola sentir totalmente perdida y asustada a la vez, temiendo estar volviéndose loca. En la pesadilla, Lucia se encontraba en un agobiante despacho. Su querida melena había sido raptada y recogida por un odioso moño, su vestimenta informal, sustituida por un sobrio traje chaqueta.

Sin comprender que sucedía, buscando respuestas, de repente, un aterrador aullido escapo de su boca al ver su rostro reflejado en el cristal de la ventana. Incrédula, empezó a tocarse con manos temblorosas su cara.  Las arrugas lo habían inundado, envejeciendo de forma cruel su rostro jovial. Ella seguía siendo ella, pero sin serlo, con un aspecto totalmente diferente por dentro y por fuera, sintiendo un inmenso vacío y dolor en su interior. Justo en frente de ella, había una enorme mesa inundada de papeles. En la puerta del despacho, alguien a quien ella no reconocía la llamaba Carmen, Señorita, Carmen, Señorita Carmen…

Transcurridos unos angustiosos minutos, Lucía volvió a recobrar su ser, con la ayuda de Juan, acostumbrado a rescatarla de forma habitual de aquellos estados. Pronto, Lucia consiguió recobrar la serenidad, concentrándose de nuevo en la mujer que ocupaba la mesa de enfrente.  La desconocida mostraba una mirada triste, carente de alma. Sobre la mesa, tenía desplegados montones de papeles.  Un horripilante moño recogía su melena, las arrugas y las ojeras envejecían su rostro.  Era la imagen de una vida sin alicientes, apagada, seguramente sometida a un gran estrés. Vestía un atuendo incongruente con su joven edad, un deprimente traje chaqueta. Sin duda, aquella mujer, sería la protagonista de su nueva historia. La bautizaría con el nombre de Carmen. Relato que ocuparía la página del periódico digital Literatura callejera del mes de julio.

Lucía, amaba su trabajo, pero reconocía que éste, de vez en cuando, conseguía volverla loca, convirtiéndose en un juego peligroso, navegando entre la realidad y la ficción en búsqueda de la inspiración.  Lucía estaba contenta, agradecida de que la inspiración hubiera vuelto a llamar a su puerta, de una forma un tanto aterradora, pero sin duda suponía un exquisito riesgo que aceptar en la búsqueda de las mejores historias.

Susana Ruiz Mostazo
Me llamo Susana, tengo 40 años y vivo en Bizkaia. Natural de Tudela, Navarra, me trasladé al Pais…
Miembro desde hace 4 años.

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Anastasia Sopale Thompson
05 sept, 00:17 h
¡Hola Susana! Tu relato me ha parecido genial y bastante aproximado a lo que representa y supone la creación continua de historias que convenzan y atrapen al público objetivo. También rezuma ese estrés a que están expuestos los creativos de diversa índole, en este caso para redactar una columna.
En líneas generales, me ha gustado mucho. Enhorabuena.
Susana Ruiz Mostazo
07 sept, 22:29 h
Muchas gracias por tus palabras
Celia García Mendieta
06 sept, 00:18 h
¡Muy buen texto! Enhorabuena, casi he visto a la chica desayunando en mi barrio bien atenta a cualquier indicio de historia...
Susana Ruiz Mostazo
07 sept, 22:29 h
Muchas gracias!
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