Habitualmente Clara amanece en el sillón de su salón, situado al lado de la única ventana que tiene el apartamento heredado de su abuela fallecida hace dos años, atropellada. Desde entonces, Clara vive sola únicamente acompañada de sus libros, sus amigos como a ella le gusta decir, con los que pasa agradables momentos. Su abuela le ha dejado suficiente dinero como para vivir durante unos años, sin grandes gastos, así que no necesita salir para nada. Internet es todo un invento. Cuando adquirió un ebook, ya no pudo parar. Por eso, precisa de noches largas y silenciosas, idóneas para la lectura.
Una de esas noches, Clara se asoma a la ventana y se queda mirando a un runner que no para de subir y bajar la escalera del parque de forma repetitiva. Bruscamente, él se para y mira hacia su ventana. Ella se asusta y se retira de un brinco, menuda tontería. Cuando vuelve a mirar, solo puede ver cómo él se aleja, devorado por la oscuridad. Desde entonces se establece un ritual nocturno entre ellos: Clara espera paciente en la ventana hasta que él termina sus ejercicios, entonces se miran insistentemente y una sonrisa se dibuja en los labios de Clara hasta que él se marcha corriendo.
Hoy Clara ha decidido romper el hechizo. Se arregla con esmero y baja acelerada hasta el portal. Cuando él mira la ventana vacía, Clara llama su atención con un grito. Él baja la vista hasta ella y sonríe, ella está demasiado nerviosa para hacerlo. Sin dudarlo, él se apresura a cruzar la calle mirándola fijamente, pero unas luces se interponen súbitamente en su camino y tras recibir un golpe mortal, inicia una danza macabra que termina con su cuerpo en el asfalto y sus ojos fijos en Clara, siempre fijos en ella.