«Oda al Soli-amor»

No ha terminado enero y me siento incapaz de escapar de los titulares, posts, y anuncios del dichoso San Valentín. No he tenido bastante con pasar los últimos dos años de pandemia solo en un apartamento minúsculo casi sin ventilación, rogando para no perder mi miserable trabajo, que ahora también debo sentirme aún más desgraciado porque ni tiempo  ni ganas de encontrar pareja he tenido.

La rutina ha acabado con mi ilusión. Despertarme temprano, preparar el café y conectarme a las interminables reuniones por Zoom, comer toda la semana lo preparado el domingo, salir al gimnasio y volver a casa para pedir una cena rápida por Glovo. Supongo que es un mal menor comparado con otros, pero el aborregamiento ha acabado con mi ánimo. No tengo energía para comenzar nuevamente conversaciones en Tinder para explicar que mi plato favorito es el sushi.... supongo.

Sí, los locales han abierto y yo he hecho el esfuerzo inhumano, solo alguien como yo lo entendería, de salir pero ya no me encuentro con fuerzas para volver a ligar, presentarme, poner buena cara, intentar ocultar que no tengo edad para estar allí, preguntar por intereses que no me interesan e historias que he oído ya mil veces. Al final me rindo y vuelvo a casa donde mejor me encuentro a quién mejor entiendo, yo mismo.

Últimamente todo el mundo tiene algo que opinar sobre el poliamor; yo, sin embargo, tengo más que aportar sobre el soli-amor. Estar solo se ha convertido en mi propio status social, ya no soporto casi a nadie, me he acostumbrado a mi hermetismo y mi soledad a pesar de mi edad y creo firmemente que no está tan mal. Muchos asiáticos viven así, solo espero no cambiar mi caña de cerveza de cada noche por una caña de bambú.