He tenido la suerte de moverme mucho. A veces con rumbo y, en ocasiones, sin él. He viajado por placer, por trabajo, por corazonadas e incluso por canciones. Durante años he tenido la oportunidad de experimentar culturas extraordinarias, conocer a personas extremadamente diversas y admirar con perplejidad los paisajes más sobrecogedores.
Después de haber redefinido a mi gusto adjetivos como “remoto” y “recóndito”, hoy me encuentro aquí de nuevo. En la tierra donde nací y crecí. El lugar de mis primeras veces. Donde di mis primeros pasos. Donde me enamoré por primera vez. Donde decepcioné y fui decepcionado. Donde reí hasta hartarme. El origen de todo. Mi origen.
Me hallo en un paraje espectacular en el mejor momento del año. El verde es de otra galaxia. Puedes seguirlo con la mirada hasta que el acantilado termina y choca con el intenso azul del mar. El sol se abre paso entre nubes blancas y grises otorgando una luz a la escena difícilmente repetible. No son muchos los locales que se acercan hasta aquí debido a su complejo acceso. Sin embargo, los pocos que lo hacen se dejan envolver por la magia y la armonía del lugar.
También forma parte de una ruta menos visible por la que pasan aquellas personas que buscan un nuevo comienzo y quieren pasar desapercibidas. Personas que se juegan la vida cruzando las líneas imaginarias que dividen nuestro mundo. Me enteré por casualidad y, desde entonces, acudo siempre que me es posible a ayudar como pueda. Agua, comida, ropa, medicinas.
Los motivos de mis viajes han sido siempre muy diversos pero nunca he tenido que viajar por necesidad. Nunca he tenido que huir. Ahora asisto a aquellos que no gozan de mi suerte. A aquellos obligados a dejarlo todo para que, así, también tengan su propia primavera.
Saludos Insurgentes