«Ornithanax»

-Dulce niña de ojos verdes, ¿Por qué lloran tus praderas? ¿No te entusiasma tener a gente que sabe dispuesta a enseñarte? Hasta ahora nunca habías sufrido por este momento, sino al contrario. Dime, niña ¿Qué te ocurre? Cuéntame sin miedo.

- El instituto me da miedo.

- ¿Miedo? ¿Por qué?

- La tele, el cine... ¡Todo son agresiones y humillaciones y yo no quiero eso!

- Ah, joven, no temas. Estate con tus amigos, ábrete a conocer gente nueva. Nadie te hará eso y, si pasara algo, han de saberlo en el instituto y aquí, siempre te apoyaré.

Asintió insegura y se fue a dormir. No pudo por los nervios y el miedo. ¿¡Cómo se puede dormir sabiendo que te encerrarán en una taquilla!? Pensamientos con miedo rondaron toda la noche y a la mañana siguiente, antes de coger el autobús, vio en el asfalto, atropellada, a una abubilla. ¿A quién le iba a importar un pájaro? A la muchacha de ojos verdes, pues quien comanda a las aves no es digna de semejante muerte. La niña no pudo olvidar al ave, olvidando las tonterías nocturnas. Así sobrevivió al terrible primer día de instituto, pensando en honras fúnebres y en la vida. Todos los compañeros lamentaron la noticia, pero sólo su nueva amiga de ojos amarillos quiso ayudarla. Una caja de zapatos en un bancal rodeado de naturaleza bajo un olivo. Allí reposa ornithanax, viendo en alma el abrazo de una nueva e irrompible amistad de ojos verdes y amarillos.