«Parloteo de voces»

Las sombras lácteas de la noche deambulaban en mi entorno queriendo penetrar a mi conciencia. Pensamiento y corazón se encontraban heridos y no llegaba claridad a las ideas. El flujo de emociones vividas había impuesto un bloqueo a las sensaciones y respuestas inmediatas. Solo de recordar los muros, el cuarto húmedo con olor nauseabundo y su triste figura, con el rostro compungido, con un raudal de lágrimas surcando las mejillas, las manos aprisionando  los barrotes de hierro, suplicando por la libertad perdida y el perdón por la falta cometida.  
Afuera, el mundo sigue su paso inexorable, yo deambulo por sus calles, tratando de encontrar respuesta a la urgencia de mis cavilaciones. He recibido una llamada de extorsión, de no seguir las indicaciones, las consecuencias serán funestas. Difícilmente había conseguido el préstamo para la fianza de mi hijo, quien en un descuido atropelló a un motociclista que en eses momentos estaba en cirugía, presentando fractura de pie izquierdo y  golpes  en su cuerpo. 
La llamada fue contundente, agresiva, no debía acudir a la policía; sin embargo, el fuego de la justicia resplandeció en mi interior, alumbrando a la esperanza que se encontraba agazapada tras el miedo;  hice la denuncia pertinente y seguí paso a paso las recomendaciones emitidas; en menos de dos días, se encontró la banda delictiva que estaba atemorizando a gran parte de la ciudadanía; busqué un abogado, quedé sorprendido y agradecido de sus conocimientos, experiencias y prontitud para sacar a mi hijo de ese delito imprudencial, pagando fianza y daños ocasionados. 
Por algún tiempo, sentimientos ambivalentes flotan en nuestro entorno, agradecimiento, por salir avantes y por otro miedo ante la indefensión y violencia que impera en el mundo. Tambaleantes e indecisos seguimos viviendo en aparente calma, buscando  equilibrio y la fuente de armonía tan necesaria en nuestras vidas.