Su cabello estaba retorcido en una corona de flores y cenizas, que caía por su pelo dibujando luces y sombras, escribiendo la historia de una primavera encerrada. La jaula de oro y hierro se había construido mucho tiempo antes, y el hielo decoraba cada cerradura, midiendo las pequeñas eternidades hasta que ella fuese libre de nuevo.
Llamaron amor a la extraña obsesión que la muerte desarrolló por la primavera. Llamaron amor a la enfermiza necesidad de él de matar día tras día sus flores solo por observar su belleza.
Si fuese amor, pensó ella con tristeza llorando lágrimas de plata, ninguna jaula necesitaría ser usada.
Si fuese amor, pensó el frío invierno atrapado en la cerradura, no sería su carcelero sino su liberador. El hielo había aprendido a obedecer los deseos de la muerte, y si el invierno era necesario para encerrar a la primavera la muerte se encargaría de dominar los vientos, las nieves y las tempestades para tenerla a ella.
Si fuese amor, pensó ella contando los días para volver a ser libre, él no querría tenerme, le bastaría con lo que yo quisiera compartir, le bastarían mi sonrisa y mis palabras…
Si fuese amor, no lloraría encerrada. Y de hacerlo, sería de emoción, nunca de pena.
La muerte se enamoró de la primavera porque ella era lo único que él jamás podría tener, pero ella dejó de amarlo en el momento en que convirtió al invierno en su aliado para mantenerla atrapada. Las flores seguían en su pelo, trenzadas con esmero, pero pronto no quedaría ninguna, envenenadas por las cenizas y el frío. Las flores se estaban muriendo y con ellas, la primavera mataba eternidad tras eternidad, esperanza tras esperanza.
Giros constantes llenos de intriga e incertidumbre.
Me ha encantado.
Saludos Insurgentes