Basilio Martínez es un campesino normal y corriente que tiene su humilde plantación de trigo, guisantes, tomates, patatas y alguna otra hortaliza junto con algunos frutales como el insigne manzano. No es una gran finca, pero basta para mantener a su mujer, su burro y su vaca e, incluso, vender excedente cuando el año es bueno.
Estas tierras, heredadas desde su abuelo, son fértiles y Basilio, hábil granjero, ha sabido equilibrar rendimiento y descanso de la tierra.
Hoy es un día normal y corriente y se dispone a hacer la entrega de manzanas para el señor alcalde Sir Duche y para el reverendísimo Sotero Magno, cura de este pueblo.
El bueno de Basilio, acostumbrado a recorrer las noches, aprendió entonces a sacar el mejor provecho de sus sentidos y, como si el manzano le hubiera ofrecido una manzana dorada, oyó terribles palabras:
"Serenísimo reverendo, ¿Aún no se sigue sorprendiendo usted de estos borricos que nos ceban a pesar de nuestra inacción?".
Basilio se dispuso a derribar la puerta y montar un san Quintín cuando oyó:
"Excelsísimo duque del terruño de los mulos castrados, ¿acaso no se da cuenta de lo fácil que es engañarles con su nombre y mis sacras palabras? Mofémonos mientras no nos oyen y vivamos la vida padre. Nunca se darán cuenta."
Entonces, Basilio, como un basilisco, se disponía a hacer pedazos a esos sinvergüenzas cuando una idea alada le sobrevino: desterrarlos a la miseria. Y corrió a casa guardándose la funesta fruta.
Su mujer, la fémina más sabia de toda región, le aconsejó llamar a reunión a todo aquel sin gloriosos parientes o servicios divinos.
Y allí, en la trillosa era, apareció todo hombre, mujer y niño innoble. En ese momento, la brillante Eudoxia Metis, habló:
"Campesinos, hermanos todos, hijos de esta tierra, préstenme atención, pues mi marido ha oído algo terrible de parte de las gentes que deben darnos guardarnos del mal. En efecto, ya habrán podido darse cuenta de quién no está aquí. Bien me conocéis y yo jamás lanzaría acusaciones por rumores, así que párense a reflexionar un momento. Mi marido, siempre fiel, leal y devoto, no ha entregado las manzanas. <<¿Cómo es posible?>> Pensarán algunos. Pues bien, sólo algo muy superior a dos de esas virtudes ha podido desatar su cólera. <<¿Cómo puedes demostrarlo?>> Estaréis pensando. Pues muy sencillo, ¿A qué se debe ese remilgamiento por obtener las mejores piezas de la cosecha? ¿Por qué van malhablando de mi marido justo ahora, tras la negación de mi fiel esposo? En efecto, sólo se preocupan de que su panza esté bien inflada. Seguro que si hacéis memoria, aparecerán más ejemplos".
Entre semejantes aplausos, injurias e indignaciones, Eudoxia volvió a hablar:
"Como veo que me apoyáis, sugiero, por un lado, que quienes tengan caballo, partan a informar a las localidades colindantes y los demás, por el otro, expulsen a estas gentes al destierro".
Al punto, Basilio se levantó y, bien escoltado, se dispuso a hacer justicia.
«Pro dignitate»
500 palabras
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Reto creativo
«Voces de Ramón J. Sender»
En un pequeño pueblo rural de España a principios del siglo XX, un joven campesino descubre secretos oscuros sobre la opresión y explotación de su clase por parte de la nobleza local y la iglesia. Movido por un profundo sentido de justicia, decide comenzar una revuelta.
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Saludos Insurgentes