«Pro memoria»

Dos ruedas forman mi edad. Cómo ha pasado el tiempo para aquel ruralillo que jugaba al "clavecín" entre los gloriosos campos hispanos. ¿Quién diría de mí que acabaría escribiendo? Yo, apodado "el mulo" en clase y "el corcel" en casa. Tuve un buen trabajo, pero, eso sí, ganado palmo a palmo. No me di cuenta de las miserias productas por la guerra hasta que estuve en la mili, en lo que significaban los grupos de guardia de las mujeres para evitar el robo de aquellas nativas extranjeras, en la amenaza de no saber leer, veneno de la justicia...

En fin, desvaríos de un viejo. Y gracias a las aún peores penurias de Melilla, con la mili, cuando aprendí a valorar el esfuerzo, pero también aprendí a convertirme en zorro. ¿Cuánto tarda uno en percatarse de que le han robado? Yo tuve que aprenderlo. 

Pero, lo más duro será siempre el contemplar la pugna por vivir dentro del rechazo por las opiniones políticas. ¿Cuánto tiempo puede una persona esconderse en un agujero para que no le apaleen al grito de "rojo"? 20 años conté yo.

Dentro de lo que cabe, tuve suerte, no fui como aquel tío mío que se fue a la Guerra de por vida. Yo me libré de algunos tiros, pero no estuve falto de encañonar. ¿Estuvo bien? Eso intento decirme. ¿Estuvo mal? Eso resuena por entre mis sienes. Yo no fui un héroe pero, ¿fui un villano? ¿Alguien digno abandona a un amigo? ¿De verdad se puede abandonar a un amigo o un amigo puede abandonarte? ¿Fue el abandono un "soltar lastre"?

Ya te habrás dado cuenta, lector, que esto no es una biografía normal, pues no me paro en mis años (¿Cómo voy a acordarme?). Usé tanto la guadaña como la escopeta para recoger la cosecha durante váyase usted a saber cuánto tiempo. ¿Qué habrías hecho tú? ¿Ceder a los gruñidos?

Recuerdo lo que me costó aprender a aprender y lo duro que fue ponerme con aquellas oposiciones que, no sin demora y esfuerzo, conseguí llevarme a casa. Mi mujer, bendita entre las mujeres, sólo me dio alegrías y yo, a veces, le ofrecí disgustos. Ahora estoy aquí, vestido de negro y preparándome para el fin.

He hecho lo posible por darle lo mejor a mis hijos y los he ido soltando poco a poco. Me siento muy orgulloso de ellos, de todos. Todos triunfantes, con sueldos y horarios dispares, pero tenaces afortunados. Les he ido liberando de la carga de la herencia, aunque ¿no es parte de su ser su herencia, producto de mi educación?

El tiempo se acaba, querido lector. No voy a contarte más de mi vida, la normal de un palurdo nacido en el campo que, tras muchas vicisitudes, consiguió un empleo digno, formar una familia y amar a su mujer como nadie lo ha hecho. Simplemente unos ecos que no podían guardarse.

Sé digno, bueno y honrado, pero no te dejes avasallar y nunca olvides que vives en sociedad.

Buenos días.