-¡Qué guay que nos hayan permitido hacer las prácticas de arqueología en esta recóndita isla de...!
-¡Chicos, mirad!
Apenas habían desembarcado y alcanzado la plaza del pueblo, junto a una fuente, magnífica en otro tiempo, había un libro.
El pueblo, medio ruinoso, con muestras de tiroteos y explosiones, estaba tranquilo y desierto. Y, por algún motivo, allí tirado estaba el libro, como si fuera nuevo.
Tras ponerse guantes y comprobar que le faltaba la mayoría de las páginas, lo abrieron:
"Sotero Ferrer, diácono" ponía en la cubierta delantera.
13 de marzo: Aún no sé cómo han llegado todas esas armas a la isla, pero lo que sí sé es que estamos a una discusión de que se monte un tiroteo y, como siempre, paguen justos por pecadores. Me retracto de lo que decía un poco antes, ni los lazos de sangre ni ya la amistad contendrán las furias políticas. Me temo que mi tacto es lo único que consigue apaciguar a la gente, por ahora. Además, lo poco que nos llega de la Península no es esperanzador, las cosas no van bien. También me temo que habrá problemas de abastecimiento, pues, los peces, previendo lo que se viene, han abandonado nuestras costas, los pajarillos han volado váyase usted a saber dónde e, incluso los gusanos se ha enterrado mucho más de lo que acostumbran. Hasta hay quien dice haber visto ratas nadando y montadas en tortugas. Los perros parece que también han escogido bando y cada vez es más difícil mantenerse en medio. Sólo le pido a Dios que me dé fuerzas para que consiga tirar por todos y traer la paz a este maldito peñasco colérico que prefiere la política a la familia...
14 de marzo: Me retracto de lo que había creído hace un mes, nos abandonan a nuestra suerte. La guerra implica que no van a hacer aquí nada y sólo Dios sabe lo que mis conciudadanos me permitirán hacer. ¡Por favor, Jesucristo bendito, protege a estas gentes de sí mismos y sus desvaríos, pues no saben lo que hacen! ¡Apiádese, Señor, de estos benditos habitantes! Cada vez es más y más difícil detener las armas. Ayer sonó un ruido parecido a un tiro y la gente empezó a correr, chillar, gritar e, incluso, a aparecer armados, agrupados en bandos, furiosos y asustados, preparados para abrir fuego a la mínima. Fue terrorífico, pero conseguí reconducir la situación. ¡Deme fuerzas señor, pues es demasiado, no puedo, así no puedo más!
15 de marzo: No he podido dormir, apenas puedo escribir. Me tiembla todo. Creo que me consideran enemigo común, a mí, un hombre de paz. Creo que hay revuelo en la...
Y así acababa la narración, con una larga linea de tinta funesta. Las caras se ensombrecieron hasta que alguien vio ondear una sotana agujereada, que cayó junto a una inscripción:
Pio Sotero,
honorabilissimo dyacono,
ab barbarorum furore, hic situs est. RIP
«Pro vita»
484 palabras
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Reto creativo
«Voces de Ramón J. Sender»
El fantasma de la Guerra Civil: Ambientado en una aldea abandonada en España décadas después de la Guerra Civil, un grupo de estudiantes de historia llega para investigar los eventos ocurridos allí. Entre ruinas y recuerdos, descubren el diario de un sacerdote que jugó un papel crucial durante el conflicto.
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Me ha encantado la localización, en una isla y el parrafo donde los animales huyen.
Saludos Insurgentes