«Que dios me perdone»

Siempre fui una mujer devota. El señor siempre fue mi pastor, mi guía, padre. El que nos ama y nos perdona. El que nos llena de luz y esperanza. Nuestro Salvador y protector.
Ahora estoy perdida, calumniada y traicionada.
Y todo por un hombre. Soy una pecadora sí, como todos. Pero no una bruja. Jamás una bruja impía y mentirosa. Jamás una vasalla del Diablo.
Que Dios me perdone porque he pecado. Me dejé seducir por un hombre casado y cuando su esposa lo descubrió el muy canalla me acusó de brujería. "¿Por qué otra razón iba yo a yacer con otra, esposa mía, si no es por el embrujo de esta ramera? ¡Es una sierva del demonio!" Escupió el muy bastardo. Y solo bastó eso. Todos le creyeron. Incluso el padre Gabriel, que me bautizó y confesó toda mi vida, le cree.
Yo misma asistí temerosa y vengativa a la cremación de otras vecinas acusadas de ser brujas, deseando verlas arder por bailar desnudas con Satanás, pero ahora qué... esto es un error, ¿y si ellas tampoco eran brujas? ¿ Por qué Dios nuestro señor permite que una de sus hijas perezca, quemada como una vulgar sierva del demonio, sin honor ni perdón?
¿Cuántos errores se han cometido?
¡Oh Dios mío ahora lo entiendo todo!
¡Nunca ha sido bruja alguna quemada! ¡Todas inocentes como yo!
Oh, por favor, que Dios se apiade de mi alma y de la de todos nosotros.