«¡Qué malas pulgas!»

Y se fueron. Se van a enterar. Ya está bien, hombre, ¡Ya está bien! Romperé cada cojín, puerta que vea será arañada. ¿Y las camas? ¡Ojalá no hubieran dejado las puertas abiertas. Charcos y charcos como muestra de mi dominio, ¡Sabrán lo que significa mearse! Cuadros, lámparas, montones de papeles, cachivaches y baratijas, nada quedará intacto. Primero golpearé la estúpida mesa de la que comen y no me dan nada. ¿Acaso debo comer en el suelo como un animal?

Empezaron a desplomarse objetos, pero sin estallidos ni fracturas, cosa que enfureció más al animal y redobló esfuerzos para comenzar la destrucción, hasta que entonces vio las fotografías.

¿Es posible que yo salga en todos los marcos? ¡Sí! Todo el tiempo que estoy aquí me han fotografiado y enmarcado. Me dan de comer, techo, me sacan a pasear tanto como pueden y juegan conmigo en sus ratos libres. Creo que un par de muecas valen la pena y, sí, es su casa y hay unas normas, como en cada manada. Creo que me he precipitado. Nunca me han hecho daño a posta. Llamaré a Focus para que me ayude.

-¡Miiiiiilton!
-¿¡Quéééééé!?
-¡Dile a Focus que venga!
-¡Creo que está con Homero!
Vaya por Dios, le dije que era mejor no acercársele.

Con tanto jaleo, el cuervo Focus se enteró y vino volando.

-¡Vaya follón! ¿Otra vez se te ha ido la cacerola? Vaaaaaale, pondré las cosas más altas en su sitio, PERO, tendrás que darme una parte diaria de tu comida.

-Focus, tío, siempre igual. Pero vale, gracias.
-Así da gusto ordenar.

El motor advirtió de la llegada y esperó en la puerta. Al abrirse, los niños abrazaron con lágrimas en los ojos a su animal y fueron a dar un laaaargo paseo.