JESÚS Mª PÉREZ GARCÍA

«REARMANDO EL DICCIONARIO»

996 palabras
8 minutos
119 lecturas
Reto creativo «Escribir es invitar»
💔 Ponte en la piel de un escritor o escritora que tiene un bloqueo debido a un desengaño amoroso.

Preciso escribir para estar vivo.

A veces, cuando escribo al calor del corazón, paradójicamente, se me hiela la sangre y se arriesga una idea en cada renglón.

Quiero escribir en voz alta porque el ansia me agobia a dentelladas, porque en mi garganta han anidado las cenizas de pasados fogonazos de la vida.

Necesito hacerlo para desarbolar mi espíritu, para librarle del eterno desasosiego que, impertérrito, enraizó en mis adentros a causa de esa mujer que me resultó inalcanzable.

No cicatriza la herida que el desamor sedimentó en mi alma y cabrillea de continuo como una inclemente añoranza de su mirífica imagen que se enquistó en mis adentros.

La escritura es para mí la excusa, la obstinada conquista de un ansia tenazmente perseguida, de un instante buscado a quemarropa. Es buscar con ambición el mejor de los vocablos hasta encontrar en la marea de cientos de renglones el agua que disuelva lentamente el desenfreno del ansia avariciosa de la búsqueda, de la inquietud sin colmar, del indómito piélago interior que me ahoga.

Es adictiva, engancha por decreto y esparce en un pliego, hasta entonces inmaculado, pensamientos como amenazas, diseminando a gritos palabras nacidas del árbol de la mente, de sus desnudas ramas como esqueletos al viento, como un poema que se cuela a borbotones hasta esconder con hojarasca de letras un suelo cubierto de eternas y tibias sombras surgidas al albur de viejos anhelos.

La desesperanza ha hecho eterna y quejumbrosa la fugaz noche.

Mis ojos entreabiertos descubren las primeras siluetas como amenazadoras sombras en pie de guerra y mis poros sudorosos rezuman nostalgia trocando mi piel en un océano de hiriente salitre en la habitación en la que reina una silenciosa sonoridad.

Me amenazan los primeros jirones de luz tenue, auspiciantes advertencias, inmediatamente antes de que se rompa la quietud de las ramas de los árboles y el sueño de los pájaros que las habitan, lanzando al aire sus matutinos mensajes como palabras ingrávidas que oscilan en el aire y proclaman la luz incipiente.

En mi rostro el malsín testigo del insomnio, secuela de la decepción o, tal vez, de la impotencia consumada, se pavonea ensoberbecido vomitando ceniza púrpura y declara su enraizada sospecha de que el amor, como la vida, ha pasado inútilmente.

Bajo el sortilegio casi clandestino de un sentimiento sangrante, preciso difundir  que tengo el alma secuestrada por la implacable coacción del desengaño que su ausencia me provoca.

La nostalgia y el recuerdo son una misma herida, cáustica úlcera que jamás cicatriza, y deja en alma resabios de hiel. Pero el olvido no hace prisioneros y el indulto no cabe en el amor.

Me aferro al reiterativo recurso del lenguaje y se amotinan en la mente las palabras, en un desordenado vademécum, hasta conformar la fórmula insospechada que guarda en su misterioso laberinto  el secreto de la única vacuna capaz de inocular esa pasión febril por escribir que imante la mirada y la anestesie.

Por eso, preciso de la palabra, del tesoro del verbo, pendenciero cómplice del silencio obligado con el que conformar un mundo de poemas a quemarropa.

Quiero poder hurgar en las esperanzas rotas, la perdida mirada en la nada nebulosa, como posada en el lento descender de una pavesa, la evocación de aquel improvisado encuentro, buscando ser, quizás, la expiación que escarba en las oquedades de la memoria, a tientas por las paredes de la mente.

Es, tal vez, mi propia penitencia que indaga al amparo de mi pluma predispuesta, sin más obligación que el desahogo del alma con sus cicatrices ahítas de viveza.

Quiero poder llenar de una nueva posibilidad cavidades infinitas que horadaron mi espacio, ahora enmudecido, quedando yo difuminado en la larvada languidez de un beso no logrado, en los cimientos de un capricho clandestino,  en el acierto final ante un fracaso asumido.

Por eso necesito un diccionario que tenga más palabras que el universo.

El dolor del abandono rezuma por cada poro de mi piel y pregunta por ese folio aún inmaculado para descubrirme a través de la palabra.

No me preguntéis aún por ese párrafo inacabado, por esa línea inconcreta, aún sin precisar, donde soñar se escribe en múltiples versos.

Es una música aún en perspectiva que esconde la realidad aún sin definir, donde el esperar se refleja en un expectante pentagrama ajeno a falsedades, música que es fruto de una pasión que intentaré plasmar en pretendidas rimas como un decepcionado intérprete de tatuajes ajenos.

Es el momento para volver a ilusionarme con una ambicionada sinfonía aún inacabada. Las horas pasan de forma inexorable con su rígida cadencia. Lo noto tan veloz que, si el tiempo tuviera cuerpo, mientras nos mece engañoso, le mataría. Y añadiría notas nuevas en mi interior pentagrama hasta poder alcanzar la mirada de esa mujer siquiera por un momento.

Por ella conformaría deseos escritos en papel charol, compondría un soneto a la constancia y haría de las nubes el perfume de los hombres. Borraría los blancos y los negros para darles a los grises su importancia.

Pero estoy en la paradoja recurrente del juicio y la palabra en la que sobrevivo, como mirando a impulsos vadeando con esfuerzo un letárgico sueño con un cierto sabor a derrota.

Mi alma llora tercamente callada como el brocal de un pozo, inmersa en la angustiosa soledad, bruñida de recuerdos por la nostálgica decadencia de mi invierno y de espera para intentar robar la rosa de los vientos a esos ojos suyos tan profundos.

Con todo, aunque llegase la hora del fin de los tiempos y la nada, seguiría existiendo todo, en una desobediencia universal, si ella me siguiese amando.

La punzante melancolía, plasmada en un papel, descansa y mi mano, al unísono, plácidamente, sueña.

Ya es la hora.

He de rearmar el diccionario, olvidar la melodía del sexo inexistente y llenar mi mundo de poemas a la expectativa.

Dejaré que mi pluma se deslice segura de sí misma tocando a rebato en busca de unos versos que correrán huidizos hacia un papel.


JESÚS Mª PÉREZ GARCÍA
Ctrl/Cmd+VJesús Mª Pérez García: Inspector de Educación del País Vasco. Licenciado en…
Miembro desde hace 2 años.

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Lorena Suárez
05 sept, 15:23 h
Bello relato.
JESÚS Mª PÉREZ GARCÍA
05 sept, 19:44 h
Muchas gracias. Me anima que la forma de escribir de un jubilado de la vieja escuela guste
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