«Roxie»

A primera de la mañana, en la sala de estar, removia con impaciencia otra taza horrible del café del hospital. ¡Otra guardia más ! Pensó Roxie. Sólo faltaban dos horas para salir. Su entrenador le había dicho que a las ocho volverían al entrenamiento. La ilusión de poder ganar un premio en el ring le hacía seguir adelante. Pasaba tantas horas trabajando y entrenando que se había olvidado de lo que era una cita. Tampoco era algo que le importase demasiado. Ahora de momento sólo le importaba: acabar sus prácticas de enfermería y ganar el campeonato. Allí en el trabajo era una más, pero en el ring, delante de los espectadores, era como tocar el cielo. Esta vez era diferente. Podía ser la Campeona de los Pesos Pluma. Estaba tan cerca de poder acariciar ese cinturón dorado. Tiró el vaso a la papelera y salió a hacer la ronda. El tiempo pasó rápido entre termómetros, tensiometros, goteros y muchas más cosas que requería su atención como enfermera. Lo único que no soportaba era tener que perder un paciente. No podías cogerle cariño a nadie, más de lo que requería profesionalmente, sino te hundías. Por eso, siempre que podía, se evadia pensando en sus últimos entrenamientos y en las duras palabras que le decía el entrenador: ¿Qué eres? Una niña. Pega más fuerte por Dios. Ó ¿qué pasa con esos pies? Eso es lo que has aprendido en este tiempo. ¡Céntrate!. Y.. si estuvieras en el cuadrilátero ya estarías en el suelo y te habrían dado una paliza. ¿En qué estás pensando?  Sino estás preparada, no lucharás.
Acabó el turno y cogió el coche. Un mensaje en el móvil, hizo que no se diera cuenta de que el semáforo había cambiado, ni del coche que acabaría con su vida para siempre.