«Suerte en la vida»

Podría decirse que he tenido suerte en la vida, si por suerte se entiende cruzarse con personas que te abren puertas que no has visto o piensas que no son para ti. Nací en un barrio donde las oportunidades te podían hundir. La heroína pasaba de mano en mano y lo único que se podía hacer era traficar con ella o morir por ella. Con muy pocos años empecé con los hurtos, luego los atracos y el trapicheo. A los trece años, entré a una pequeña tienda de ultramarinos del barrio con intención de saquearla. Del mostrador salió disparado un gigante, me dio tal paliza que acabé en el hospital con contusiones y varias fracturas. Podría haber sido peor, podría haber acabado en la cárcel, pero Tomás, así se llamaba, fue a verme todos los días hasta que me dieron el alta, después me cogió de la mano y me convirtió en lo que soy ahora.
Ahora regento un gimnasio donde intento ayudar a otros niños que como yo, están perdidos y no tienen donde agarrarse. Hace unos meses apareció Dylan, Vive con su madre y su hermano pequeño. Él solo lleva una carga demasiado pesada para su edad, su madre lleva años sin pisar la calle, ahogada en miedos y delirios. Dylan me intrigó desde el principio, su mirada segura e inteligente muestra una determinación extraña para su edad. Quiere aprender a boxear para defenderse de la calle y lo que más me inquieta, para ser miembro de una banda. Se lo que es eso, la ley de la calle, el más fuerte sobrevive. Valores erróneos, que a mí me costó mucho corregir, pero sé que con esfuerzo, trabajo y disciplina, se consigue. Tengo mucho trabajo por delante, pero Dylan y otros muchos, merecen saber que existen otras puertas.