«Sangre negra»
Tenía que conducir hasta las afueras del pueblo, allí se encontraba el consultorio para animales. El camino era estrecho y con tanta niebla podía ver poco.
Como de la nada se cruzó una anciana vestida de negro a la que intento esquivar, pero la arrastró unos metros y terminó chocando contra un árbol.
Michael Huntigton se había golpeado la cabeza, aún así bajo del coche para ver cómo estaba la anciana que yacía tumbada sobre el frío suelo.
La mujer tenía el rostro cubierto de sangre y estaba agonizando, sus últimas palabras fueron para Michael - yo te maldigo, que tu sangre se vuelva negra.-
En esos momentos Michael sólo podía pensar en que había matado a una persona.
Se despertó en el hospital, su mujer, la señora Huntington, le cogió la mano y lo miró con ojos llorosos e interrogantes - ¿cómo te encuentras? -
Michael Huntington no recordaba nada. El Policia que acompañaba al paciente le dijo que habían hablado en el lugar del accidente y que él les había contado todo, luego se había desmayado y lo habían llevado al hospital.
Cuando Michael pudo entreabrir los ojos, le pareció que la luz de la habitación era demasiado tenue y apenas podía distinguir los rasgos de su esposa, al Policia lo veía como una mancha gris deforme que le producía cierta repulsión. Volvió a cerrar los ojos con temor a todo lo que estaba ocurriendo. No articulaba palabra. Aunque no había perdido la voz, era el temor a que al abrir los ojos todo volviera a ser gris. Los médicos no encontraron lesión alguna.
Una vez en casa recordó a la anciana y el pánico se apoderó de él, se acurrucó en un rincón de su dormitorio gris, atormentado por la maldición y por la nueva forma de percibir la realidad.
Su mujer intentaba animarlo, pero cuando él la miraba la veía gris y el color de su piel era mortecino; también algunas formas, dependiendo de la luz, podía o no podía verlas.
Lo único que le reconfortaba era ver a su gato negro, lo podía distinguir perfectamente.
Si salía a la calle todo era diferente, el rosal producía rosas negras, la gente que lo saludaba se le antojaba muerta , estaba enloqueciendo, cuando se miraba en el espejo, también se veía gris . No podía ver los colores.
Un día temprano, mientras su esposa iba al mercado, decidió acabar con aquella locura, tumbado en la cama de su habitación, se cortó las venas con una navaja de afeitar y las blancas sábanas se empaparon de su sangre negra. La cual el gato comenzó a lamer.
Entre la locura y la cordura solo está la forma en que percibimos la realidad.
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Saludos Insurgentes
Saludos