Pi, pi, pi, pi. Son las siete de la mañana y hoy es 14 de Febrero día de San... —decía el locutor en la radio mientras ella de un plumazo apagaba el despertador antes de escuchar lo que sabía que iba a decir.
— Ya está aquí. El maldito día de San...
Apresurada, salió de casa y en el ascensor su vecina. Jersey rojo y sonrisa brillante.
— Buenos días, Teresa. Y feliz día de San...
— Hoy prefiero las escaleras —interrumpió ella soltando la puerta.
Llegando a la oficina, todo eran corazones.
— ¿Quién habrá tenido tiempo de semejante horterada? —refunfuñó mientras quitaba de su vista cualquier atisbo con forma de órgano rojo.
El descanso lo hizo en su mesa para no provocar ningún tipo de intercambio con nadie a su alrededor.
— ¡Qué día más largo! —pensó.
De vuelta a casa, esquivando floristerías y pastelerías, anuncios en las marquesinas y novios besándose en las esquinas decidió no encender ni el televisor. Y cuando ya todo estaba en calma, y pensaba que había superado con nota el maldito día, sonó el timbre.
— ¿Quién es? —preguntó ella
— Busco a Teresa Fernández —dijo la voz al otro lado de la puerta.
— Pues espero que sea una notificación de Hacienda o algo peor...
— Me temo que será algo mejor. ¿Me abres?—contestó la voz
Y allí estaba él tan despeinado como siempre con seis cervezas frescas, varios Blu-ray con pelis de terror y una pizza de pepperoni para dos.
— He venido a refugiarme donde sabía que estaría seguro.
— Pasa, pasa. El plan que traes es más que perfecto. —le dijo ella.
Y mientras cerraba la puerta para que entrara su mejor amigo notó un pequeño aire pero no vio como San Valentín también se coló.
Buen diálogo.
Saludos Insurgentes