«Ayudas estatales»

Voy a improvisar. No debe de ser tan difícil ser el psicólogo de un superhéroe. Llevo mucho tiempo fingiendo que soy psicólogo y todo el mundo se lo ha creído, excepto aquel político retirado que me dijo que yo hacía populismo y demagogia. Le confesé que simplemente escribía relatos.
Nada puede fallar. En mi consulta tengo puerta de psicólogo, robusta y que transmite seguridad. Pero ¿por dónde entra un superhéroe? Abriré también la ventana, por si acaso. Por ahí viene. ¡Lo sabía!

— Hola, buenas. Es usted el psicólogo, ¿verdad?
— Sí, puedes llamarme Psico. Tú eres Superfluo, ¿no?
— Sí, soy yo. Vengo a tratarme...de todo.
— ¿Eres Superfluo de nombre o es solo un seudónimo?
— ¿Qué si es qué? Yo solo busqué en google algo que quedara bien. Después me dijeron que significaba que no cumplía ninguna función ni valía para nada.
— Y tú te sientes mal, ¿verdad?
— Fatal. Me licencié en la Complutense de superpoderes, estudié el máster de capas blandas y aprobé el C1 en lengua de superhéroes extranjeros. He enviado miles de CV y siempre me dicen que me llamarán, pero nada.
— Va, no te desanimes. Piensa que yo, que soy el autor de este relato, he tenido que salir de Word para buscar qué significaba «superfluo». Simplemente pensé que te quedaría bien. Solo se trata de aparentar. Tienes que aparentar confianza, creértelo. Si no, por mucho que hayas estudiado, nunca te tendrán en cuenta.
— Y ¿qué me recomienda usted? ¿Que me vaya fuera?
— No, que me envíes tu CV.
— ¿En serio?
— Por supuesto. Aunque hay un pequeño problema: me supone un gasto desorbitado darte de alta. ¿Eres autónomo?
— ¿Que si soy qué?