«Una utopía que solo existe en mi cabeza»

Abrir la puerta de la consulta suponía cerrar la de mi vida. Pero, ese día, fue diferente. Fui incapaz de dejar a un lado mi ego. Me volví acaparadora, vehemente e irracional. Fui yo, siendo esa una insensatez al estar entre aquellas cuatro paredes.
Ese día, abrí la puerta de la consulta y abrí aún más la de mi vida. ¿El porqué? Un hombre musculoso de mirada penetrante que despojaba hasta el alma con tan solo un parpadeo. Siempre lo había odiado y ahora podía decírselo de frente.
-Haga el favor de ponerse una camiseta, señor Grey -le exigí.
Aquellos ojos cargados de una lascivia repugnante no cedieron a mis órdenes... La consulta comenzaba a ahogar las ínfimas ganas que tenía de lidiar con él.
-Si cree que podrá dominarme, tengo el placer de comunicarle que no será así.
Maltratador, posesivo, egoísta, machista... Sin cruzar ni una palabra con él, ya podía hacerle un diagnóstico. Y lejos de ayudarlo, de permitir que compartiera el motivo de su visita, quise hundirlo por todas esas veces que no pude frente al televisor. Me dirigí hacia el escritorio y busqué su maldito nombre en Internet: eran innumerables los artículos que avalaban mi valoración acerca de él. Cliqué en el primero y leí en voz alta.
-"Christian Grey o cómo nos venden maltrato camuflado de romance". ¿Tiene algo que decir?
Más que una psicóloga, parecía una jueza. Fui consciente en ese instante, pero no me importó. Insistí ante unos ojos que seguían volando en un cielo de lujuria.
-¿Quiere que lo aconseje? Deje de protagonizar historias de mierda.

-Oye, ¿me estás escuchando? -llamó mi atención la secretaria, y aterricé de golpe. -Tienes la próxima consulta el día treinta, ¿vale?
Clavé la vista en aquella puerta blanca que invitaba a desahogarme y asentí con la cabeza.
Mi afán por la escritura me estaba haciendo perderla...