Midiendo 175 cm, Su era una mujer muy pequeña. Eso le hicieron sentir desde niña, desde que nació siempre le inculcaron el “no puedes”, “no debes” o “no sirves”. Tanto insistieron en ello que esta negatividad pasó a formar parte de su realidad. Estaba tan asustada de salir de su zona de confort por el miedo al fracaso que no conocía las palabras iniciativa o aventura.
Su mejor amiga Marí, que la conocía desde primaria, sufría al ver como se desperdiciaba el potencial y autoestima que ella algún día sí supo ver en Su. Llevaban muchos años sin verse porque la vida es caprichosa, pero nunca habían perdido el contacto.
Marí sabía que lo que Su necesitaba era realizar una aventura, algo que le ayudase a demostrarse a sí misma su propia valía, así que organizó algo muy típico de su tierra: una excursión al Teide.
Cuando Marí propuso a su amiga un viaje en avión a Tenerife para luego subir nada más y nada menos que al gran volcán canario, Su, en principio se asustó. Ademá, sus enfermedades le impedirían hacer el trayecto de 9 horas que separaban el valle de la cima. Pero Marí lo tenía todo pensado, había organizado un tour de cuatro días haciendo noche en las diferentes estancias del camino y así fue como lo hicieron.
Su, contemplaba atónita los cambios de flora, fauna y temperatura según avanzaban en altura.
En lo alto se vislumbraba una cúspide nevada, objeto de todo aquel recorrido, campo de batalla de los Dioses y que un día raptó al sol.
Tras muchos desfallecimientos lograron llegar a la cumbre, donde Su se sintió resarcida por todo aquel esfuerzo; pudo ver el mar fundiéndose con la montaña y se sintió en comunión con los Dioses que en aquel pico habitaban.