Me ha costado mucho llegar hasta aquí y no recuerdo ningún día en mi vida tan nerviosa como hoy. Sé lo que significa todo esto. Apenas acierto a encontrar el bolso con las libretas que tengo preparadas para tomar las notas. Y ningún modelo me parece correcto para afrontar este día. Finalmente, visto pantalón negro, camisa blanca y chaqueta negra. Un clásico. Los zapatos sin tacón para evitar llamar la atención cuando entre en clase. No quiero destacar, aunque será inevitable. Quiero vivirlo con normalidad. Con toda la que me permitan.
Me dicen que publicarán una noticia en el periódico local y yo solo deseo que esto pase rápido. Tan solo quiero aprender. Estudiar y vivir este nuevo paso con mis compañeros. Si, ellos. Todo hombres. Estaré rodeada de futuros filólogos, investigadores, profesores, catedráticos.
Ha llegado el momento. En la puerta dos periodistas me esperan. Me fotografían y me hacen dos preguntas. Contesto. Sonrío. Me despido y avanzo. Cruzo el umbral. Estoy dentro. Busco mi aula. La encuentro. La puerta está abierta, pero no hay nadie dentro. Decido que el primer asiento de la izquierda será el mío. Me siento.
Pintorreo una hoja mientras empiezan a entrar compañeros. Me miran. Cuchichean. Siento como enrojezco. En pocos minutos el aula está llena. Solo falta el catedrático. Espero pasar desapercibida pero los asientos alrededor vacíos me hacen sentir como el centro de la diana.
Entra el Dr. Montesa. Me mira. Sonríe.
— Buenos días a todos. Y a ti. Bienvenida señorita... ¿O la tengo que llamar señora? — comenzó el profesor a hablar con tono serio. — Espero se divierta y no haya descuidado mucho sus quehaceres para escucharme a mi. Bueno, comencemos por el principio. ¿Nos deleitaría usted con el recitado de una jarcha?
Afán y superación.
Enhorabuena.
Saludos Insurgentes