Se acercaba el día del amor por excelencia y, un prestigioso magnate, hastiado ya por no haber logrado encontrar el amor, a sus más de cuarenta primaveras, decidió tomar represalias contra el adorable Cupido. Aunque, ciertamente, adorable, como tal, podía serlo para otros. Jerry, el protagonista de esta historia, no compartía, en absoluto, la opinión que vertía sobre el dios del amor la mayoría de la población.
Estuvo largos días pensando cuál podría ser la mejor forma de devolverle a la deidad todo el vacío que él había sentido hasta entonces. Pronto lo tuvo claro. Lo mejor que podría hacer era conseguir que la gente dejase de creer en él. Y, ¿cómo iba a lograrlo? Eso le llevó algo más de tiempo pero, finalmente, consiguió desarrollar una estrategia, casi infalible, que le quitaría, de golpe, miles de adeptos al día de San Valentín. Solo tendría que hacer una inversión, más o menos importante, en el momento adecuado y su objetivo estaría cumplido.
Y, por fin, llegó el día de los enamorados y, varios miles de millones de parejas y matrimonios del mundo, se dispusieron a celebrar la jornada, como era costumbre. No tardaron demasiado en comenzar a circular todo tipo de noticias en la prensa internacional recogiendo titulares como: “El día de San Valentín pierde la dulzura.”, “Los pasteleros, en pie de guerra, contra los productores de azúcar ante la falta de abastecimiento” o “Celebraciones sin postre, en el Día de los Enamorados”.
Tras leer el contenido de la noticia, Jerry dejó el periódico en la mesa, cogió un trozo de pastel, lo mordió y lo degustó con inmensa satisfacción. “Y, el año que viene, ¡que se preparen los floristas!”
Saludos Insurgentes
Me ha divertido muchísimo tu relato!!