Cada vez subía más alto, andaba más lejos, incluso algún día llegaba a perderse dando vueltas sobre sus propios pasos.
Un día, empezó a subir una montaña. Quería llegar hasta el buzón que había en la cumbre. Al ir a agarrarse a una piedra, ésta se movió y cayó dándose un fuerte golpe en la cabeza, y rompiendo varios huesos de las costillas y la pierna.
Pasaron algunos días, la sed le estaba devorando, hacía tiempo que se había terminado el agua de su botella y comido algunas piezas de fruta que llevaba.
Nadie sabía donde estaba , su manía de no decir dónde iba le estaba pasando factura.
El móvil no tenia cobertura, no podía moverse, el dolor se lo impedía.
De repente escuchó gritar su nombre y vio un helicóptero sobrevolar su cabeza.
Su mejor amiga, al ver que no tenía noticias suyas movió cielo y tierra para encontrarlo.
Desde entonces, nunca volvió a salir solo, y entendió lo importante que era que una persona, se preocupara por él.
A la montaña siempre acompañado o bien localizado.
Saludos Insurgentes.