Zacarías estaba últimamente perdido en la nebulosa de su memoria. Hacía tiempo que se había dado cuenta, pero callaba para no preocupar. Experto en el arte de contar historias, tenía miedo de que se le olvidaran, sobre todo la que había hecho de él una celebridad, allá en sus tiempos mozos. La contaba siempre que tenía ocasión, a pesar de que ya casi nadie le hacia caso.
Pero él no se cansaba, es más, cada vez le parecía diferente porque le añadía detalles y giros inesperados.
Fue un acontecimiento memorable que alteró la tranquilidad en su pequeña localidad. Su equipo, Barcelos Futbol Club donde él jugaba de central, se enfrentaba al mejor de la primera división. Se jugaban la Copa del Rey y aunque las posibilidades de ganar eran escasas, medirse con semejantes astros, era ya un premio. El partido se desarrolló según lo previsto. El primer equipo jugaba con superioridad física y moral. En el minuto ochenta y cinco, Zacarías esquivando al defensa y tras una espectacular carrera, lanzó el balón directo a la portería. Tanto la cara del portero como la de Zacarías fueron de auténtico desconcierto. La explosión de júbilo le sorprendió tanto como el gol. Ganaron el partido aunque no la Copa. Los periodistas se turnaban para entrevistarle y hacerle fotografías. En el pueblo, hasta le pusieron su nombre a una calle.
Pero en poco tiempo se quedó en algo anecdótico. Por eso le gustaba contar la historia, fue su momento de gloria y no quería olvidarse ni que se olvidaran.
Ahora, era su nieta su mejor público. Unos grandes y profundos ojos le miraban con atención y al acabar de contar la historia, una enorme sonrisa hacía que su viejo corazón se derritiese. Ese era sin comparación, el mejor de los homenajes que podía tener.
Saludos.
No hay nada más bonito que esa mirada inocente de cariño.
Me ha encantado!
Saludos Insurgentes