Qué hay del caballero,
qué hay del honor,
que por un motivo sincero,
se ha de declarar luchador.
Qué hay de su espada,
qué hay del amor,
que enfrentado al todo y nada,
ha de mirar al cielo con pavor.
Qué hay de la rosa y su espina,
qué hay de la lágrima en sus ojos,
de una voluntad que no se mina,
por unos labios rojos.
Del lloro y su pena,
no quedan alabanzas.
Su tumba ya está llena,
solo llena de esperanzas.
El caballero se alza,
mira al cielo celeste,
no quiere que todo sea una falsa,
por mucho que le cueste
Su espada levanta,
el amanecer le llama,
aún cansado canta,
por aquello cuanto ama.
Cuán brillante resultaría desfallecer,
cuán fácil rendir su arma,
para él no existe el atardecer
y su premisa, no rendir su alma.
Donde quede un espíritu en lucha
queda una causa que se pueda palpar
para un espíritu que no escucha
el significado de abdicar.
Él sabe que todo es una causa perdida,
una gran fuente de dolor,
pero perder sus ojos esmeraldas
y la suave textura de su espalda.
No intentarlo sería un error,
aunque todo sea una causa perdida.
Se arrodilló ante ella,
entregó su espada y su escudo.
Por aquella criatura tan bella
hizo todo cuanto pudo.
Y entre la niebla con su coraza,
ella se fue de su memoria.
El caballero, más que hombre carnaza.
El caballero, más que hombre escoria.
Ya no recuerda sus labios rojos,
ni la textura de su espalda,
ni sus ojos color esmeralda,
ni sus gritos y enojos.
Despojo en el mundo real,
Idiota eternamente,
Cadáver convaleciente,
Hereje en el mundo ideal.
Retumbó en el cielo
en esta vida perra,
con corazón de hielo;
"Suenan tambores de guerra."
Buenos versos!
Saludos Insurgentes