Abrazado a su madre, con los ojos cerrados pidiendo un milagro que cancele el inicio del curso.
Ser un niño despierto, inteligente y llevar gafas no eran indicadores de popularidad en un colegio donde los abusones eran los reyes del patio.
Matías era sensible y estudioso, había acabado el curso anterior con sobresalientes, lo que debería haberle dado tranquilidad para disfrutar del verano. Sin embargo para él las vacaciones eran la cuenta atrás para volver a los insultos, zancadillas, bromas pesadas y al mirar hacia otro lado de compañeros y docentes.
Sus días veraniegos habían trascurrido entre miradas tristes, medias sonrisas y pesadillas de sombras que no le dejaban vivir en paz, sombras que crecían según se acercaba el fin de las vacaciones y la vuelta al colegio.
Dentro de la escuela todo estaba listo y Marta lo había dispuesto para que ese curso fuera diferente. Un pupitre al lado de su mesa, las palabras RESPETO y COMPAÑERISMO en la pizarra y su mochila cargada de responsabilidad. Era nueva en el centro pero conocía muy bien la historia de su vecino Matías. Fue ella quien pidió al equipo directivo tenerlo como alumno y respiró aliviada cuando vio su nombre en el listado.
Suena el timbre y una mujer con una sonrisa grande y sincera sale hasta la patio, busca entre la multitud y se acerca hasta un niño. Se agacha para poder mirarlo a los ojos y lo agarra fuerte de la mano.
-Matías, acompáñame, este curso todo será diferente. Confía en mí.
El niño entendió que el milagro que anhelaba se había materializado en su nueva maestra. Solo necesitaba valor. Soltó a su madre y se despidió de ella con una tierna sonrisa mientras se alejaba sin soltar la mano de la que sería su ángel de la guarda.
Me ha gustado muchísimo Patricia.
Ojalá habría más docentes como Marta en la vida escolar.
Magnífica historia Patri!
Enhorabuena
Saludos Insurgentes
Un saludo.
No lo había podido leer hasta ahora