El viento azotaba con fuerza en el acantilado. Marian observaba como las olas rompían sobre las rocas, erosionando cada pico, cada arista; dando forma a un relieve de libertad. Esa pequeña zona de Monteferro le atraía desde hace años. Ahora estaba llena de pinos, pero cuando la descubrió por primera vez, arbustos como el toxo y el fento eran la flora mas abundante. Las lluvias de los días anteriores habían reblandecido el camino de tierra, pero a pesar de las dificultades decidió pasar un tiempo en su pequeño espacio.Muchas veces había pensado en ese lugar. Esa maravillosa terraza sería el lugar perfecto donde sus cenizas reposarían en paz.
El parador, voluminoso y monumental al otro lado de la bahía, cabo Silleiro un poco mas adelante, saliendo ya de la villa Real de Baiona; dibujaba un mapa sinuoso y romántico de las Rías Gallegas. Las pequeñas islas Estelas frente a ella, protegían la zona frente a desastres ecológicos como el Prestige.
Decidió iniciar su sesión de yoga allí, pero una moto acuática a gran velocidad y dirigiéndose a las islas Cies golpeaba levemente la embarcación de un submarinista que se encontraba pescando. La poca fortuna hizo que saliera en ese momento e impactara su cabeza contra la barca, ahora en movimiento, dejándolo inconsciente.
Estaba muy nerviosa, pero sacó fuerzas para llamar al 112. Mientras, intentó llegar a la zona pero le resultó imposible así que, una vez que Protección Civil llegó al lugar; cogió su coche y se dirigió al puerto mas cercano. Necesitaba saber lo que había pasado, y como se encontraba el buceador.
En el momento que Marian estaba entrando en el pueblo, una ambulancia con la sirena puesta y a toda velocidad salía del puerto. Ahora tendría que llamar al hospital, pensó.
Nombras a Baiona que es preciosa y Las Rías en general.
Me ha encantado, compi.
Saludos Insurgentes
Espero que algún día escribas esta historia.