«¿Un miembro más de la familia?»

Dicen que soy un miembro más de la familia. ¡Mentira! Si fuese así, iría con ellos a la playa. Pero no, me quedo en casa, encerrado, aburrido, asqueado... No me gustan estas discriminaciones, y tan solo porque tengo cuatro patas y más pelo del que pudieran reunir todos ellos juntos. ¡Es que no es justo!

Para luchar contra las injusticias, hay que reclamar. Hay que alzar la voz, ¿verdad?

Ya me cansé de dar ladridos, pero sé que los vecinos vendrán a quejarse. Una notita de ellos molestos por mi escándalo cada vez que me dejan solo en casa no le va a sentar nada bien a mi familia. ¿Entenderán así que no pueden dejarme aquí como si nada? De vez en cuando también pataleo la puerta principal. ¡Cuanto más ruido, mejor!

No pienso comer. Por lo menos, no ese pienso insípido y desabrido que siempre echan dentro del comedero. Un par de golpes con mi cabeza y consigo desperdigarlo por el suelo. Lo entenderán, ¿a que sí? ¡Que no me gusta esa mierda, joder!

Mierda... Creo que el salón es un buen sitio para dejar rastro de ella. Sí, justo al lado de la mesa de centro. Y en la cocina, levantaré la pata y rociaré todo lo que pille a mi alcance. Si es el frigorífico, mucho mejor. Si fuese un perro más grande, podría abrirlo con mi hocico y devorar lo que guardan dentro. Ja, si de verdad fuera un miembro más de la familia, compartirían conmigo esos manjares. 

¿Y qué hay de los zapatos que se compró mamá para la boda del hermano? Quedaría bien un mordisco en los tirantes, ¿no?

Abren la puerta. Me temo que esta noche dormiré en la terraza... 
Un miembro más de la familia, ¡mis cojones! Que por cierto, decidieron quitármelos.