«Un minuto con Arabela»

     Andrew bajó del metro. Lanzo su maleta junto a él y con aspecto apesadumbrado se sentó sobre una banca. La vida habia perdido su sabor, y él la hubiera preferido miles de veces que fuera amarga y no insípida. Su interior estaba marchito. La oscuridad dolía hasta el punto que olvidó que estaba en un lugar publico; lagrimas de tristeza, lagrimas desilusión y lagrimas de soledad, resbalaron por sus ardientes mejillas. Era un ser desdichado con él amor.

     Pero todo cambio en segundos.

     A partir de las 9:04 a.m. Comenzó un minuto que se torno eterno.

     La chica que estaba apoyada en la pared en frente de él, dio una vuelta a su mundo tempestuoso. Era bajita y delgada, traía en sus manos un libro abierto que leía pasando sus ojos verdes con rapidez por cada línea, su boca era como un conjunto de pétalos de peonias, el cabello ondulado castaño resaltaba sobre la piel perlada.

     Arabela, su amor de la secundaria. Pensó que lo habia superado, qué el tiempo habia borrado todo rastro de sentimiento; pero el tiempo no actúa como las olas del mar cuando borra un corazón en la arena, que dos enamorados dibujaron con sus dedos. Después de cinco años, de nuevo se encontraba colgado en un minuto, en un efímero minuto que misteriosamente se congelaba cuando estaba en frente de ella.

     El reloj del metro dio las 9:05 a.m.

     Sin mucho pensar, Andrew galantemente se acerco dispuesto a... a nada, un hombre apareció y se la llevo de la mano.

     El desgraciado enamorado apretó los puños.

     Él creía que el funesto minuto era una especie de encantamiento y no la obra de un corazón traicionero y engañoso; su corazón.