<<Respira. Llena tus pulmones de oxígeno y de paz. Extiende lentamente tus brazos y mécelos con suavidad hasta fundirte, por completo, con la frágil brisa del viento.>>
Inspiro. Espiro.
<<Toma aire. Deja que tu alma pura dibuje sus emociones en el pequeño sendero que guía hacia aquel horizonte infinito que se pierde más allá de las nubes.>>
Inhalo. Exhalo.
<<Respira de nuevo. Elévate hacia el jardín de tus sueños y escucha el lento latido de tu corazón diluyéndose, como un susurro, en el inmenso silencio del valle.>>
Cojo aire. Lo expulso.
<<Es hora de regresar, de sentir la brisa del viento que roza tus mejillas con dulzura, de que tu alma penetre en tu cuerpo y lo revitalice, de que se agite tu corazón durmiente y agonicen tus sueños.>>
- ¡David! ¿Me oyes? ¡Vamos! ¡Despierta!
Abrí los ojos lentamente. Frente a mí, se encontraba mi amiga Claudia con cara de preocupación. Tardé unos segundos en recuperar la consciencia por completo y, cuando finalmente lo logré, me dirigí a ella con cierta incredulidad.
- ¿Qué ocurre? Tengo mucho frío.
- Nos hemos perdido mientras escalábamos la montaña y, hace un rato, sin causa aparente, quedaste inconsciente. – Respondió.
<<No puede ser.>> – Pensé para mis adentros – <<No he perdido el conocimiento en ningún momento.>>
Continué meditando unos segundos.
<< Y esa voz, tan desconocida y, al mismo tiempo, cercana, que había oído hace unos minutos y me guiaba con tanto mimo y cuidado, ¿de quién era? No puedo contárselo a mis amigos. Si se lo cuento, van a pensar que estoy loco. ¿Acaso lo estoy? >>
Enhorabuena!
Saludos Insurgentes.