UNA BALA DE PLATA, A MEDIA NOCHE, EN WASHINGTON - Jaime Cenalmor
Jaime Cenalmor

«UNA BALA DE PLATA, A MEDIA NOCHE, EN WASHINGTON»

999 palabras
8 minutos
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Relato de ciencia ficción: Las luces de una ciudad futurista, un destello en el cielo, la sombra de una nave espacial sobrevolando. ¿Qué historias se despliegan cuando el sol se pone en este futuro lejano?
Lyudmila Pavlichenko no mueve un músculo mientras le sobrevuela el helicóptero del Servicio Secreto, el viento que mueve las aspas crea remolinos en la nieve que la cubre y hace aletear el manto de camuflaje bajo el que se esconde. El haz de luz que surge del negro aparato se posa unos instantes sobre su posición, en lo alto de la Casa del Templo, el punto más elevado de la calle 16, para alejarse después a escrutar la ciudad, solo iluminada por los pocos y mortecinos rayos de luz de luna que lograban atravesar la cobertura de nubes del invierno nuclear.

Desde su nido de francotirador, el Washington que contempla a través de la mira de su rifle dista mucho de parecerse a la bulliciosa y luminosa capital que conoció hacía 10 años. Sí, Washington había cambiado mucho desde aquel septiembre de 1942 en el que se convirtió en la primera ciudadana soviética en dormir en la Casa Blanca y en ser recibida por un presidente estadounidense, Franklin D. Roosevelt.

Que conociera en profundidad la capital y la casa blanca resultaba sin duda útil para la misión, pero el argumento definitivo eran sus muertes confirmadas: 309 fascistas, incluidos los treinta y seis tiradores de élite que intentaron cazarla a ella. Lady muerte la apodaron, la francotiradora más exitosa de la historia.

Ni la ciudad era la misma ni lo era ella. Era incapaz de reconocerse en esa joven estudiante de historia ucraniana que corrió a alistarse en 1941, no lo era ya en 1942 con tantas muertes de amigos y enemigos a sus espaldas y menos aún años después, en plena segunda guerra civil rusa, cuando aquel loco inglés la contactó en aquellas trincheras de la muerte, la sucia nieve radiactiva y la desesperanza.

Stirling era sin duda un loco, un loco encantador y embaucador que aquella noche la reclutó para su grupo de locos, nuevos cruzados que atravesarían a pie el congelado estrecho de bering en un desesperado viaje de miles de millas del que sólo ella vería el final.

A la luz de la hoguera le habló de folclore y mitos. Le habló de la historia tras la historia, le desveló los cómo y le mostró los porqué. Le habló del Proyecto V, de cómo la Sociedad Ahnenerbe y las SS en su búsqueda de poderes primigenios, de los berserkir, de los ulfhednar y de artefactos míticos como el Santo Grial, llevó a los nazis a descubrir en los cárpatos el verdadero y terrorífico recipiente de la inmortalidad. Cómo capturaron a la bestia y experimentaron con ella en los campos del terror buscando desvelar los secretos de su sangre ponzoñosa, de su sed eterna y de cómo emplearla para sus fines.

Le habló de la primera traición. Del vuelo a Escocia de Rudolf Hess quien desveló a los aliados el expediente secreto del arma que podía desencadenar el Reich de los mil años. ¿Quién puede conocer los motivos de tal traición a su Führer? Quizás, el alma protestante bávara que aún latía en su interior resultara, por fin, ahíta de horrores.

El que sin duda quedó horrorizado, narró el inglés, fue Churchil quien, con los norteamericanos organizó un grupo internacional, tan improbable y heterogéneo, como brillante y valiente. Con la guía intelectual del viejo Irving, hijo del famoso escritor irlandés, y el arrojo suicida de Stirling, lideraron un comando de doce hombres en una búsqueda que les llevó a vivir mil aventuras en la europa ocupada hasta que finalmente, en una épica misión, secuestraron a la bestia frente a las mismísimas narices de Hitler, que esperaba en la fortaleza nazi de Wewelsburg para ser ungido como Kaiser und Gott con el beso sangriento del wurdulac.

De la exaltación del triunfo a la desesperación de la segunda dolorosa e impredecible traición. De nuevo reflexionó el inglés sobre los motivos que esconden los corazones de los hombres, concretamente el corazón de un hombre viejo que siente acercarse la muerte y vive la enfermedad, el corazón del Presidente Vitalicio Roosevelt quien, en lugar de destruirla, se apropió del arma pensando quizás que podría controlarla para usarla en nobles fines, al tiempo que la usaba para burlar la muerte y la enfermedad. Pero de la más negra de las tinieblas no surge ninguna luz, el caos primigenio es incontrolable.

Lyudmila, que aún recuerda al amable anciano que la recibió con cariño en su casa aquel otoño del 42, quiere creer que fue la influencia de la sangre de la bestia la que hizo que ordenara lanzar a Little Boy sobre un Berlín en el que todavía peleaban las tropas soviéticas y que arrojó sobre un desprevenido y aturdido Moscú el poder del Sol contenido en Fat Man.

Que el viejo era en realidad solo un triste títere quedaba constatado en la ceremonia que se desarrollaba como cada luna llena en el jardín norte de la Casa Blanca. Es el Dragwlya el que se sienta en el Alto Trono de Huesos ofreciendo su sangre, en impía comunión, a su rebaño de fieles siervos: magnates, políticos, generales... comprados todos con el producto capitalista definitivo, la inmortalidad.

La paranoia de la bestia, que había ordenado crear un perímetro de seguridad contra tiradores de una milla haciendo demoler todos los edificios que rodeaban la Casa Blanca hasta la avenida Massachusetts, convertida ahora en un enorme foso decorado con los cadáveres empalados de los enemigos de la República Eterna, beneficiaba a Lyudmila que contaba con un blanco despejado.

Folclore y mitos constatados por dolorosas experiencias: la plata envenena a los strigoi, destruye el cerebro y matarás a la sanguijuela, sólo la sangre de la bestia puede alumbrar nuevos vampiros.

Un disparo a la cabeza, con una bala de plata, a un blanco a 1.700 metros, al límite del alcance máximo de su Mosin-Nagant. Un disparo imposible, un disparo entre un millón.

Lady muerte hará honor a su apodo una última vez. Acomoda la culata en su hombro, aguanta la respiración y aprieta el gatillo.
Jaime Cenalmor
Lector empedernido, tendero y librero. Viajero del tiempo metiéndome en líos, escritor…
Miembro desde hace 6 años.
25 historias publicadas.

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Lucia F.S.
01 ago, 02:13 h
Bravo Jaime. Magistral. Me quedo con ganas de saber más detalles.
Jaime Cenalmor
01 ago, 10:31 h
¡Gracias Lucia!
Ma
Marranzmoreno
01 ago, 21:09 h
Muy buena como siempre, te superas relato a relato,,, 💕
Fz
Fzaracue
01 ago, 21:19 h
Muy bueno Jaime, me quedo con ganas de mas
Antonio Mompeán Mayol
02 ago, 08:52 h
Muy buena historia Jaime, felicidades.
Un saludo.
La
Laurajulia3004
02 ago, 12:01 h
Esta muy entretenido,espero haya segunda parte
elinsurgentecalleja
03 ago, 19:21 h
Y conteniendo la respiración...efectuó su último disparo!!!
Tensión y más tensión, con final abierto a la imaginación!!
Magnífica historia Jaime!!
Saludos Insurgentes
Jaime Cenalmor
04 ago, 00:49 h
Gracias maestro!
Mikel M
04 ago, 04:12 h
Muy bien narrado, Jaime.
¡Enhorabuena!
Jaime Cenalmor
04 ago, 17:49 h
Gracias Mikel
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