La cosa no iba a quedar así, para nada. Por supuesto era muy fácil negarlo todo o decir que iban a pasar años hasta que se notasen las consecuencias de forma grave. Lo complicado para él hubiese sido ya no reconocer el problema, si no tener que darme la razón. Ese orgullo suyo podía conmigo, y por supuesto que se lo iba a tragar, hombre que si se lo iba a tragar.
Me había llamado de todo. Paranoico, perroflauta, hipee… pero lo que más me encendía por dentro era el hecho de que él sabía que se equivocaba, en el fondo lo sabía. Espero que sí vamos, porque ya se que no es un genio, pero no es tan estúpido… ¿verdad?
Por eso cuando se metió al baño no se dio cuanta de que la puerta se atrancaba, tampoco se dio cuenta de que el grifo estaba roto hasta que la bañera empezó a desbordar. Fue entonces cuando empezó a alarmarse. En un primer momento intentó arreglarlo, pero ya era tarde. Luego intentó lanzar toallas al suelo para absorber el agua, pero el nivel subía muy rápido. Cuando el agua ya le llegaba por la cintura, en un auténtico acto de lucidez, intentó empezar a beber agua… sin palabras. Fue entonces cuando le expliqué mi estrategia y le dije que reconociese su error, que o cambiábamos algo o que en treinta años mucha agua iba a tener que beber para no acabar así. Se hizo el duro, y no me dio la razón hasta que el agua le llegaba literalmente al cuello. No fue hasta el momento de ir a abrirle cuando me di cuenta de que había usado la llave para forzar el grifo, dentro, en el baño… a ver si al final el estúpido voy a ser yo…