En un pequeño laboratorio ubicado en lo más profundo de la ciudad, la científica llamada Katherine, trabajaba arduamente en su proyecto secreto. A lo largo de los años, había investigado y estudiado exhaustivamente el fenómeno del equinoccio de otoño y su conexión con la comunicación interdimensional. Aunque muchos creían que era solo una superstición o una leyenda antigua, Katherine estaba convencida de que existía algo más.
Desde su más tierna infancia, Katherine había sido una mente curiosa y nunca se conformaba con respuestas superficiales. Su sed de conocimiento la llevó a cuestionar todas las teorías establecidas y buscar una explicación más profunda. Y así fue como se obsesionó con la idea de que en el equinoccio de otoño, había una apertura temporal que permitía la comunicación con seres de otras dimensiones.
A pesar de las burlas y la incredulidad con la que fue recibida por la comunidad científica, Katherine no se detuvo en su búsqueda. Pasaba horas interminables diseñando y construyendo su máquina, utilizando los recursos más avanzados y sofisticados. Su objetivo era interceptar las señales interdimensionales y traducirlas en su idioma humano.
Llegó el día del esperado equinoccio de otoño, un día en el que el mundo parecía sumido en un misterio inexplicable. La humanidad se reunía en diversos sitios naturales, esperando con ansias el momento en que se establecería el ansiado contacto con otras dimensiones. Katherine, con su máquina cuidadosamente montada, se ubicó en un claro en medio de un bosque, rodeada de libros y anotaciones.
A medida que el sol descendía y la noche se adueñaba del cielo, Katherine encendió su máquina. Con una mezcla de nerviosismo y emoción, esperó atenta, monitoreando cada pulso y vibración que emanaba de su invención. Pasaron minutos, horas, pero nada parecía suceder.
Desilusionada, Katherine comenzó a cuestionarse si había invertido tantos años de su vida en algo que realmente no existía. Estaba a punto de apagar su máquina, cuando un tenue resplandor comenzó a emanar de una de las pantallas. La emoción inundó su ser mientras veía cómo extraños símbolos y códigos aparecían ante sus ojos.
Con la mente enfocada y llena de determinación, Katherine comenzó a descifrar los mensajes interdimensionales que la máquina estaba interceptando. Frases fragmentadas, conceptos abstractos y enigmáticas imágenes desfilaron ante sus ojos. Poco a poco, fue comprendiendo que existían civilizaciones enteras en el vasto universo interdimensional, cada una con su propia historia, lucha y conocimiento.
Katherine tomó notas frenéticamente, intentando capturar la esencia de lo que estaba viendo y comprendiendo. Durante horas, se sumergió en un mundo desconocido y fascinante, maravillada por la complejidad y la belleza de la comunicación interdimensional.
Cuando finalmente terminó su jornada, Katherine se dio cuenta de que ahora tenía la responsabilidad de compartir este conocimiento con el mundo. Había descubierto algo crucial para la humanidad, algo que cambiaría la forma en que veíamos nuestro lugar en universo. Con su máquina en mano y su mente llena de ideas, Katherine se propuso difundir esta nueva información y abrir la puerta hacia un futuro en el que la comunicación entre dimensiones fuese una realidad tangible.
Y así, Katherine emprendió un camino de investigación y divulgación, inspirando a otros científicos y curiosos a seguir sus pasos. Poco a poco, el equinoccio de otoño dejó de ser un día de simple superstición y se convirtió en una fecha sagrada, en la que la humanidad se unía para celebrar la apertura a un mundo desconocido.
Con el paso de los años, la ciencia avanzó y logró entender y dominar la comunicación interdimensional de una manera sorprendente. La humanidad se conectó con seres de otras dimensiones, intercambiando conocimientos, cultura y experiencias. La era distópica quedó atrás y una nueva era de comprensión y cooperación global se estableció.
Todo comenzó con la perseverancia y la curiosidad de una científica escéptica llamada Katherine, quien demostró que la verdad muchas veces se encuentra más allá de lo que nuestros ojos pueden ver.
Escritora autodidacta. He publicado tres novelas. Cinco poemarios y participado en más de 35…
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Siempre hay una verdad escondida, sin duda.
Saludos Insurgentes
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