Era una de esas noches en las que el sueño no llegaba a mí, de las de dar vueltas y vueltas en la cama sin conseguir abrazar a Morfeo. Miré el reloj y eran cerca de las doce, me levanté a por algo para beber y me senté en la terraza. Hacía una brisa muy agradable.
De repente, mientras contemplaba el horizonte, me pareció ver una luz al fondo, una especie de destello intermitente. Pero lo que más me extrañó es que parecía una de las ventanas de la vieja fábrica de galletas abandonada a las afueras.
- No puede ser…- pensé.
- Laia…¿Qué haces ahí? - preguntó Alex, que se sorprendió al ver que no estaba en la cama.
- No podía dormir y me salí a tomar un poco de aire - dije -.¿Ves esa luz de allí?
Alex miró, pero era incapaz de ver nada. Entonces, volví la vista hacia la ventana y efectivamente, la luz había desaparecido.
- Será mejor que volvamos a la cama - dijo Alex a la vez que bostezaba.
- Sí…
Al día siguiente decidí salir a dar un paseo con la excusa de acercarme a la vieja fábrica. Esta vez era de día y el sol apretaba por lo que deduje que no vería ninguna luz, pero aun así necesitaba ver de cerca el lugar. Tras un largo camino, llegué a la zona y todo tenía un aspecto apocalíptico; las ventanas rotas, las paredes resquebrajadas y todo rodeado de maleza. No vi indicios de nada que pudiera decirme que alguien había estado allí así que di media vuelta y volví a casa.
Ese mismo día decidí quedarme despierta y alerta, por si volvía a ver la luz. Las diez y nada, las once y nada…Estaba cansada y me dispuse a acostarme cuando de pronto volví a ver ese tintineo de luz. Eran las doce de la noche, justo a la misma hora que la noche anterior,¿qué significaba? No tenía ni idea, pero sabía que no me podía quedar con la duda, así que al día siguiente partiría hacia la fábrica para descubrirlo.
- ¿Cómo que vas a ir allí?- preguntó Alex estupefacto.
- Sí, ahí pasa algo por las noches y quiero averiguar qué es.
- Puede ser peligroso, no sabes qué encontrarás ahí.
- Me da igual…necesito ir - dije decidida.
Alex no daba crédito a lo que decía y tras un rato intentando convencerme para que no lo hiciera, solo se me ocurrió preguntarle si me acompañaba.
- Pues claro que te acompañaré idiota, si pasa algo que nos pase a los dos - respondió.
- Eres genial - dije mientras saltaba en sus brazos para abrazarlo -. Mañana saldremos sobre las once.
Ambos trabajábamos por las mañanas así que no tuvimos mucho tiempo de planear nada hasta que llegamos a casa. Yo llegué antes que Alex, preparé algo de comida y me puse a pensar en el plan de la fábrica antes de que llegase Alex. Minutos después llegó y nos pusimos a comer, mientras le contaba todo lo que había pensado.
- Bien, mochilas preparadas, creo que estamos listos para irnos.
- ¿Y tú? ¿Estás lista? - me preguntó Alex.
- ¡Claro! ¿Tú no?
- Si claro, vamos, antes de que se nos haga más tarde.
La fábrica se encontraba lejos, a unos 40 minutos a pie, por lo que entre unas cosas y otras llegamos justo a tiempo. Seguía siendo tenebroso andar por la zona, íbamos con nuestras linternas cuando de repente noté algo. Alex no le quiso dar importancia. “Será algún gato entre los arbustos”, dijo.
- ¡No! ¡Mira, la ventana!- dije.
Cuando miramos hacia la ventana vimos aquella luz sospechosa, pero esta vez no era solo la que habíamos visto parpadear desde casa, sino alguna más.
- Esas de ahí no parpadean - dijo Alex.
- Tenemos que entrar.
Nos acercamos a la puerta y, para nuestra sorpresa, ésta estaba abierta con una pequeña raja. Salía un olor fuerte, lo cual era de esperar. Entramos y a simple vista no vimos nada extraño. Sin embargo, tras dar unos pasos y adentrarnos más en el interior de la fábrica, descubrimos ciertos objetos que habían sido depositados recientemente; chaquetas, mochilas y bolsos, restos de comida…
- Parece que aquí ha habido gente viviendo- dije.
- Quizá alguien ocupó la fábrica, hasta que los echaron. Sigamos un poco más - sugirió Alex.
Tras seguir introduciéndonos, nos dirigimos hacia las escaleras para la segunda planta, en cuyas ventanas vimos las luces. De hecho, se empezaban a ver, y no solo eso, sino que se escuchaba movimiento y voces. “Viene alguien”, escuchamos justo cuando empezamos a subir las escaleras; ambos nos miramos pero decidimos seguir.
Una vez arriba lo que encontramos nos sorprendió. Había un gran número de personas conviviendo y haciendo vida ahí. Supusimos que sería gente sin techo, y nos acercamos a ellos.
- ¿Qué hacéis aquí? Este es nuestro hogar. - dijo uno de ellos.
- No nos echéis por favor, no tenemos dónde ir- dijo una mujer mientras alimentaba a su bebé.
- No os vamos a hacer daño, nos acercamos aquí porque vimos las luces desde lejos - comenté-. ¿Por qué os habéis reunido aquí?
- Estas personas se vieron en la calle por diferentes razones - comentó uno de ellos, que a simple vista parecía el líder-. Tras mucho tiempo viéndolos deambular por la calle, decidí reunirlos aquí y darles esta vieja fábrica como hogar.
- ¿Pero necesitan una orden para hacerlo no? O hablar con el dueño -. preguntó Alex.
- No hizo falta, porque yo soy el dueño de este lugar.
Todo cobró sentido. Este hombre decidió darle una segunda oportunidad a su fábrica a la vez que una segunda vida a esa gente.
Después de un largo tiempo charlando, Alex y yo volvimos a casa; ambos con una gran sensación de alivio.
Siempre he creído en las segundas oportunidades!
Saludos Insurgentes