«Una tarde cualquiera»

Una tarde cualquiera te llamo con toda la ilusión del mundo,
pero no quieres verme,
no quieres que te acompañe en tu paseo.
Camino solo, mientras señoras pasean sus perros,
y veo una pareja de adolescentes, los observo con recelo
y envidio su suerte. Un perro asoma su cabeza recostada sobre el balcón de una casa.
Observa la calle, y me mira fijamente con gesto de tristeza y aburrimiento.
Me siento en un banco y contemplo las montañas y como se pierde el sol,
y los pajarillos revoloteando como grupos de adolescentes que deambulan alrededor,
y parejas de ancianos caminan por la acera simbolizando un amor que yo no tengo.
Mientras escucho canciones que me recuerdan a ti.
Nervioso por si pasaras. Me inunda una sensación de nerviosismo, vergüenza y miedo
por si me vieras allí y pasaras de largo ignorando mi presencia.
Y a la vez una sensación de ilusión y esperanza, porque pasaras y pudiera verte,
y vinieras a saludarme.
Pero no te vi pasar, o quizás pasaste y me evitaste, o simplemente no bajaste hasta el parque.
Empezó a anochecer y me subí a casa.
No llegué a la tuya, ya no quería verte.
Quería, pero no quería o sentía que no debía.
Vi a tu madre en el camino, estaba apantallada con el móvil,
la saludé con el claxon, miró sorprendida, pero no me reconoció.
Quizás luego se dio cuenta... o no.
Llego a casa y veo un par de películas que me recuerdan a ti y hacen que me emocione.