«Valeria, de significado valiente»

Algunos creerán que fue un impulso, una gran estupidez que no estaba bien premeditada. Pero se equivocan. Están equivocados.
Pues bien, llegó mi mayoría de edad, la mayoría de edad de Carmen (yo por aquellos tiempos). Recuerdo que aquel cumpleaños fue la gota que colmó el vaso, ya lleno por años de amargura, desprecio de mi entorno y sobre todo,  el rechazo hacia mí misma. No me gustaba la manera en la que hablaba, en la que me movía o en la manera en la que gesticulaba. No me gustaba la persona que llevaba construyendo a lo largo de dieciocho años y, aunque penséis que esa persona y yo formamos una, no. Carmen no era yo. Después de la medianoche de aquel 30 de enero de 1961, cuando como consecuencia de mi miserable vida y de mi miserable ser no había recibido ni una felicitación, decidí cumplir aquel deseo que llevaba tiempo en mi mente. Quizás no fue mi mejor decisión, pero sí la que marcó el resto de mi vida.
Salí de la ciudad, dispuesta a cambiar de nombre, a cambiar de identidad. Algunos dirán que fue una opción cobarde por mi parte. No se lo negaré. Fue decisión de Carmen.
Paradójicamente, me llamo Valeria. De significado valiente.
No se pueden llegar a imaginar lo que han cambiado mis días desde aquel momento en el que firmé el papel hacia mi libertad. He descubierto que existe una vida disponible que todos tenemos derecho a vivir. He descubierto que hay personas que te quieren por ser tú, que se enamoran de ti y que no te permiten un segundo en tu vida de infelicidad. He descubierto que ser quien quieres ser  vale la pena.
Y que si de algo me arrepiento es de no haber descubierto esta vida años antes.