Sabía a ciencia cierta que aquellas últimas palabras le daban un toque de distinción a la novela. Estaba convencido de que aquellas frases eran el colofón perfecto a una mediocre narración. No es que estuviera desconforme con aquel texto, pero sabía que era anodino y triste, sin embargo, con tan solo veinte palabras él había sido capaz de convertir un trozo de carbón sin valor en un diamante Golden Jubilee:
"Sentado en el sofá, releí las palabras que ella había escrito. Demasiado tarde para sacar el cuchillo de su estómago."
Tal como hacía con sus manuscritos, le dio la forma adecuada para presentarla, comenzó la búsqueda de una editorial que publicara la que estaba llamada a ser su primera novela. Sin embargo, en esta ocasión, tenía el presentimiento de que no iba a tener problemas y que a la primera editorial que se lo enviara la aceptarían. Así lo hizo, tan solo un intento, sin dossier, sin carta de presentación, sin resumen de la obra, sin nombre en la portada, tan solo el manuscrito en un mail que decía: “Adjunto manuscrito.”.
No tuvo que esperar mucho tiempo. En tan solo dos días recibió una larga carta donde, el responsable de comunicaciones de la editorial, le anunciaba que deseaban publicar su novela. En la misma carta, le explicaba que todos en el departamento habían coincidido en que aquella obra, sin ser magistral, estaba llamada a convertirse en su nuevo éxito editorial. Armand, estaba contento. Por primera vez sintió que era un escritor, lo había conseguido, atrás quedarían tantos y tantos personajes que murieron sin que tan siquiera alguien se enamorara de ellos. Sin embargo, no tenía pena por todos los intentos fallidos ni tampoco una desmedida alegría por haberlo conseguido, simplemente estaba contento.
El proceso para la edición del libro fue relativamente sencillo. Desde la editorial pusieron a su disposición todos los recursos necesarios, sin reparar en gastos, para convertir aquella ópera prima en un best-seller. No hubo correcciones del texto, tan solo la sustitución por un sinónimo de una de las veinte últimas palabras que Armand había puesto en el texto, un cambio asumible para un autor novel. En tan solo un mes, la novela estaba ya en todos los escaparates de las mejores librerías del país. Dos días después se convirtió en el nuevo best-seller del que todo el mundo hablaba y el que todos querían leer.
Armand, seguía sin demasiado fervor la locura que había desatado la presentación de la novela. No había tertulia radiofónica o televisiva que no comentara el fenómeno en el que se había convertido. Ni tan siquiera cuando se anunció que se iba a editar la décima edición del libro, sintió una alegría desinusitada. Toda una vida soñando por debutar como escritor y ahora que se había convertido en un éxito sin precedentes ni tan siquiera se alegraba por los pingues beneficios que le iban a reportar las ventas.
Los medios de comunicación multiplicaron sus peticiones de entrevistas. Armand, con cierto aire de desdén, los atendía cortésmente y repetía siempre las mismas palabras: “El mérito no es mío, tan solo le he dado a la historia un final que diera sentido a todo”. Pero aquello era mucho más de un final, era la historia en la que todos sentían que era demasiado real para ser ficción. La morbosidad había hecho que cada persona que lo leía sintiera la necesidad de comentarlo con la persona más cercana y así se había convertido en una ola con ínfulas de tsunami. La marea Armand era imparable.
Como no podía ser de otra manera, el éxito fue haciéndose más y más grande. A la venta de los derechos de autor para editarla en varios países latinoamericanos, llegó la traducción al inglés para introducir el texto en el mercado anglosajón. Pero no quedo ahí el palmarés, la novela se convertiría en película de la mano del mejor director de cine del momento. La agonía escrita e inmortalizada en poco más de noventa páginas, ahora iba a ser reflejada en la gran pantalla vista e interpretada por los ojos de otra persona, aquella historia se convertiría en una historia de todos. En el proceso de transformar el texto a guion no hubo que cambiar nada, era perfecta, no necesitaba ser aliñada con recurso cinematográficos, tan solo había que filmar lo que ya había sido perfectamente descrito y exponer su crudeza sin más.
Tras el éxito de ventas y la futura película ya rodándose, la editorial pidió a Armand una segunda novela. Había que aprovechar el momento, su momento, todos esperaban pronto una nueva entrega del autor de la temporada, ese que había logrado cautivar con sus palabras a todos los públicos. Armand, aceptó a regañadientes el encargo, sabía que no era una buena decisión, pero tampoco le quedaban muchas más opciones, ese momento iba llegar más pronto que tarde y obviamente llegó.
El tiempo fue pasando. Las presiones de la editorial y del mercado, cada vez más persistentes, hacían que su inspiración corriera en sentido contrario a las necesidades editoriales. Los papeles arrugados, los textos borrados y las frases sin acabar comenzaron a agolparse a lo largo y ancho de su escritorio. Nada tenía la fuerza que había conseguido con aquellas veinte palabras. Todo lo que escribía le resultaba ficticio, falto de credibilidad, aburridamente inventado, sin alma ni verdad ni sentido.
En un último esfuerzo escribió el principio de su segunda novela, esa que le habían prometido que se vendería sola, la que lo consagraría en la élite de las nuevas promesas ya consolidadas:
“Aquel texto era casi perfecto. Con la fuerza de la envidia, hundí el cuchillo en su estómago y heredé su talento."