El volcán llevaba millones de años dormido pero las leyendas en torno a su figura estaban más despiertas que nunca. Todavía se creía que su cima conectaba el mundo terrenal con el celestial y que tomar cima permitiría a su protagonista recibir un mensaje directo de los dioses.
Nunca había sido muy devota de este tipo de leyendas, pero la montaña me tenía atrapada desde bien pequeña. Nunca rechazaba la oportunidad de hacer una ruta, aunque a veces habían sido tan duras que había tenido que estar varios días para recuperarme. Nada importaba comparado con la experiencia vivida.
Por eso esta vez no fue diferente, y en seguida que surgió la oportunidad no dude ni un minuto en apuntarme.
En la montaña, como en la vida, rodéate de un buen equipo era indispensable, tanto material como humano. En momentos de tensión todos debían de ser capaces de responder como si de una cadena se tratase, un eslabón detrás de otro. O al menos, así era como yo lo veía.
Tardamos varios días en hacer cima, las condiciones climatológicas no nos estaban acompañando y en más de una ocasión tuvimos que quedar a resguardo de la lluvia o cobijados entre las rocas a causa de la niebla. Cuando no ves más allá de tus pasos es buen momento para hacer un alto en el camino. Válido para la montaña y para la vida.
El día que hicimos cima lo sentimos, ver la inmensidad a nuestro alcance, todo ese mundo ahí pequeño e insignificante, coger aire puro y gritar. Gritar todo lo que llevábamos dentro, escupir lamentos y agradecer. Por que no hay mayor mensaje de los dioses que entender que en este mundo de pequeñas piezas nuestra existencia tiene el valor que queramos darle.
Esta última frase es una gran reflexión. Enhorabuena 👏🏻👏🏻👏🏻