«Vino, dados y pinceles.»

La familia de Gonzalo venía del campo, durante siglos venían dedicándose al cultivo de la vid y fue su abuelo quien fundó la bodega en la que hoy trabaja toda su familia. Gonzalo amaba todo aquello y se le daba realmente bien, había estudiado enología y fue de los mejores de su promoción. Pero fue entonces, mientras estudiaba en la ciudad, cuando descubrió el que sería años más tarde su principal hobby.

Una tarde de otoño se dirigía a casa de unos compañeros de clase para finalizar un trabajo en grupo cuando pasó por delante de un escaparate que no le dejó indiferente. Multitud de figuritas formaban batallones y ejércitos medievales y fantásticos. Gonzalo se quedó embelesado mirando los soldaditos y decidió entrar para comprar algo. Allí dentro le explicaron que las miniaturas había que montarlas y pintaras después. Luego finalmente cuando se formaba un ejército suficientemente grande se jugaban batallas.

Maravillado, Gonzalo adquirió su primer héroe y se reunió con sus compañeros, a quienes contagió su entusiasmo recién adquirido. Poco a poco fueron formando un grupo que visitaba la tiendita para curiosear, comprar e intercambiar impresiones con los vendedores.

Pasó el tiempo y llegó la hora de hacerse cargo del negocio familiar, las responsabilidades llamaban a su puerta. Pero todavía hoy, cultiva con pasión en sus ratos libres su hobby adolescente y sigue quedando con sus antiguos compañeros los fines de semana para librar sus épicas batallas. Regadas siempre las partidas con el vino que Gonzalo y su familia elaboran, una noche de tormenta decidieron innovar y probar también los juegos de rol. Un nuevo mundo de posibilidades se abrió ante ellos cuyo límite era solamente su imaginación.