«¿Y ahora que?»

20 de abril. Hoy hace ocho meses que terminé mi libro; ahí está,  en el cajón.  Parece olvidado,  pero no. Solo está aparcado, esperando el momento en el que deje de ser la cobarde de siempre.
He pensado mil veces en enviar el manuscrito; solo a una, una editorial. Una nada más.  
Pero no, no puedo.  
Los primeros meses pensaba que era por el miedo a que me dijesen "NO".
Posteriormente a qué haría si fuese "SI".
¿Y si no fuese capaz de escribir ningún otro? ¿Y si esperan de mí, un libro por año? O más, quién sabe. ¿Y si me bloqueo como cuando Raúl me dejó y no soy capaz de terminar en la fecha indicada? ¿Y si esto? ¿Y si aquello?
El caso es, que ahí está. Dos años de duro trabajo, de mil revisiones y de innumerables noches en vela releyendo.
Buscando ponerme en la piel de algún lector desconocido. Pensando si le gustaría aquella historia.
Pero ¿Cómo se pone un escritor en la piel de un lector?
Siempre he sido lector. Sin duda puedo hacerlo; ¿Pero de mi propio libro? Imposible.
Así que ahí está. Mil veces he pensado que algún familiar vendría, cogería mi manuscrito y lo presentaría a las editoriales sin que yo supiese nada. Entonces un día por sorpresa recibiría la tan ansiada llamada.
Sí, soy una cobarde. Y abro el cajón, y lo vuelvo a cerrar.
Hace casi un mes que ya no lo leo. Es algo que me sorprende en mí. Llevo leyéndolo ocho meses, todas y cada una de las noches; mis ojeras dan fe de ello.
Uips, mi hijo lleva un rato llamándome. Últimamente suelo estar en Babia.
-Dime hijo.
-Jolines mamá, llevo media hora aporreando la puerta.
-Perdona, no lo había oído. ¿Qué llevas ahí?- Nico trae un papel en sus manos, lo esconde tras su espalda.
- ¿Qué te parece?- dice con entusiasmo mostrando una preciosa acuarela. Los colores son preciosos, cálidos. Es como un amanecer en otoño. Es maravillosa. Siempre ha sido un artista.
-Es preciosa Nico.
-¿La presentarías al concurso?
-¿Qué concurso?
-¿En serio mamá?- dice indignado- Te hablé de él hace meses.
- Sí, si claro. Perdona hijo.- doy un golpe a mi cabezota llena de garabatos y nudos lingüísticos, de historias de amor y desamor. Intento así centrarme ahora en mi hijo, y solo en él.  ¿Estás satisfecho? - le pregunto mirándo sus grandes ojos grises.
- Lo estoy.
- ¿Lo has hecho lo mejor que podías?.
Mira su obra y me mira a mí, duda un instante; pero fugaz.
- Así es. - mueve su cabeza afirmando enérgicamente.
- ¿Te gusta?
- Me encanta mamá.
-No hay más preguntas. Debes presentarlo hijo.
-¿Y si sólo me gusta a mí?.
Entonces sostengo la cabeza de mi pequeño artista en tres mis manos, le beso la frente y le digo.
-Eso Nico; eso es lo más importante. Lo difícil ya lo tienes. Lo has hecho lo mejor que sabías, estás satisfecho y te gusta. Ahora solo te queda lo fácil.
-¿Presentarlo?
-Eso es Nicolás. Te gusta. Tú a has ganado. ¿Lo entiendes?
-Sí mamá, gracias.- su beso sonoro me deja sorda durante un rato y un pitido horrible hace clic en mi mente garabateada, colocando todo donde debe estar.
Nico sale del cuarto con su gran sonrisa.
Pienso en el tiempo que he estado perdida en mi mundo de incertidumbre e indecisión.
En cuándo Nico me habría dicho lo del concurso, y donde había estado mi mente en ese momento.
Hay tantas cosas que están donde no deben...
Entonces abro el cajón, acaricio mi manuscrito.
Lo llevo contra mi pecho. Me ha dado tanto escribirlo, que no quiero que me quite nada ahora. Besándolo con fuerza me despido de él y lo meto en el sobre de correos que está debajo.
Vuelvo a mi ordenador. Por fin cada cosa está en su sitio. Y otra historia vuelve a empezar.