«Y el final es eterno»

Despierto lentamente y los ojos me devuelven pequeños destellos de claridad artificial. No recuerdo cómo he llegado aquí. Desconozco cuánto tiempo he permanecido inconsciente. Estoy desnudo, no siento frío ni calor. Reviso mi estado. No hay dolor. Intento levantarme, pero mis piernas no responden. Echo otro vistazo a mi alrededor. Sin ventanas y sin puertas aparentemente. No veo ninguna rejilla que permita la entrada de aire. Sé que no es posible. ¡Por algún sitio me han metido aquí! Me arrastro hasta la pared y comienzo a recorrerla buscando algún acceso. Desisto cuando solo he recorrido un par de metros. O eso creo. No soy capaz de calcular las dimensiones de este cubículo. Tengo la sensación de que llevo aquí mucho tiempo, días incluso, pero no tengo hambre, ni sed, ni ganas de orinar. Todo parece irreal. Agudizo el oído. Nada. No capto ningún sonido. Ni mi respiración, el aire pasando por mis fosas nasales debería producir un mínimo silbido. Coloco la mano en el pecho. No sube. No baja. No siento los latidos de mi corazón. Asustado, introduzco el índice de la otra mano en la boca. Seca. Me detengo. Intento ordenar mis pensamientos. No veo, no oigo, no noto ningún sabor, ningún olor. No siento. Solo sensaciones que están en mi cabeza. Esta situación es nueva para mi y, aun así, la conozco. Estoy seguro de que he llegado al final. Y el final es eterno.