Alcanzaron la zona alta, copada ya únicamente por glaciares. Atrás quedaron las alpacas y llamas con las que se cruzaron en la ascensión del volcán Chimborazo. Lucas intentó convencer a su compañero de que era una locura. Luis no tenía buena cara, hay cadáveres en la morgue con mejor aspecto, pero estaba decidido a comprobar si aquello era cierto. Se decía que quien consiguiera culminar el monte más cercano al Sol, aquel que lograra asomarse a su volcán, obtendría conexión directa con los dioses. Necesitaba ayuda divina, había sido el peor año de su vida, ni por asomo contempló dar media vuelta. Se calzó los crampones e instó a Lucas a hacer lo mismo.
-No puedo más.
Luis prosiguió su camino en solitario, con el viento azotándole la cara y el remordimiento el pecho. Tras varias horas de tortuoso camino, cuando ya sus sentidos empezaban a fallarle, observó en la lejanía el final de esa blanca pared que había estado frente a él durante su recorrido. De repente, notó una caricia sobre su hombro y un susurro que llegó a sus oídos abriéndose paso entre la ventisca. Lucas estaba con él, aunque lo notaba diferente, más liviano.
Recorrieron los metros que los separaban de la cima. Al llegar al cráter, Luis se asomó a la chimenea del volcán. Una luz intensa cegó sus ya castigados ojos.
Todo se fundió a negro.
Volvió la luz, pero ya no estaba en el volcán. Miró alrededor, pero tampoco estaba Lucas. Una silueta desdibujada aguardaba ante él, observándolo mientras negaba con la cabeza.
-¡Lo conseguí! He llegado al reino de los dioses
-Lo que has conseguido es perder la vida, ¡maldito imbécil! Soy San Pedro. Rellena este cuestionario y ya te diremos si te quedas o te vas derecho al purgatorio.
Me ha encantado!
Enhorabuena.
Saludos Insurgentes.
Un relato sencillamente ingenioso. Enhorabuena.